Domingo 14 de Agosto – Cristo entra y nos transforma.

H Javier Castellanos LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¡Ven, Espíritu Santo! Ven y enciende en mi corazón el fuego de tu amor. Transfórmame, purifícame y llena mi alma con los mismos sentimientos de Cristo. Dirígeme en este día, para que pueda dar gloria a Dios Padre a través de mis acciones. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Cristo, cuando se hizo hombre, comenzó un bautismo. Quiso “sumergirse” dentro de la humanidad, para que nosotros pudiéramos ser sumergidos en la vida divina. Y lo hizo hasta el fondo de lo que significa ser uno de nosotros. Se adentró incluso en la realidad del sufrimiento, del abandono y de la muerte.
¿Por qué Cristo quiso entrar en nuestra vida? Dentro de su corazón ardía un fuego que no se puede apagar. Su corazón se compadeció de nuestra sed de amor, del verdadero Amor. Y no sólo nos amó hasta el fin, sino que nos invita a amar como Él nos ha amado. El fuego que lleva dentro le mueve ardientemente a transmitirlo.
En el fuego hay luz y calor, pero también hay riesgos. Porque el fuego transforma todo aquello que toca. El verdadero amor cambia la vida y esto a veces nos puede causar miedo. ¿Estamos divididos por dentro? ¿Qué cosa tememos perder? ¿Acaso perdemos algo, si tenemos a Cristo? ¡Él es nuestro tesoro, Él lo es todo para nosotros! Si acaso el amor nos lleva a dejar esto o aquello, en el fondo está abriendo espacios para llenar nuestra vida.
Jesús, confío en Ti. Si tengo tu amor, lo tengo todo, y si me falta tu amor, lo he perdido todo. Ayúdame a no poner obstáculos a tu amor; que este fuego arda en mí. Entra en mi vida, y enséñame a amar como Tú amas.

«El signo para saber si uno está bien situado son las ganas de ser misericordioso con todos en adelante. Ahí está el fuego que vino a traer Jesús a la tierra, ese que enciende otros fuegos. Si no se prende la llama, es que alguno de los polos no permite el contacto. O la excesiva vergüenza, que no “pela los cables” y, en vez de confesar abiertamente “hice esto y esto”, se tapa; o la excesiva dignidad, que toca las cosas con guantes.» (Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofreceré un sacrificio por los que no conocen a Cristo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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