Jesús nunca defrauda

19 de febrero de 2020 – Confiar, acercarnos, pedir.

H. César Adrián Hernández Morales, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, ayúdame a tener un encuentro íntimo y verdadero con tu amor misericordioso y con el amor del Padre. Muéstrame tu rostro. Déjame descubrirte.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». El ciego empezando a ver, le dijo: «Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan».

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

El ciego es llevado. Él ni siquiera pide a Jesús que lo cure. Él sólo se deja. Jesús tiene claro lo que tiene que hacer. Es así también con nosotros.

Él sabe lo que necesitamos. A veces no tenemos ni siquiera pedirlo. Jesús sabe que, en ocasiones, nos es difícil pedirle algo, porque nos da pena, porque nos da miedo, porque nos falta fe. Él nos quiera dar eso que necesitamos de cualquier forma.

La única cosa que nos pide es que nos acerquemos, que vayamos hacia Él, o que, por lo menos, nos dejemos ser llevados hacia Él. Abandonarnos en las manos de Aquél que me ama. No dejar nunca de confiar a pesar de que no veamos claro, como le paso al ciego la primera vez. Perseverar, seguir confiando. Jesús nunca defrauda.

 

«Él, la luz del mundo, se ha inclinado sobre un ciego. Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí. Y cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva.»

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de octubre de 2018).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir a Cristo por la gracia que más necesito, e interceder por alguien que sé que necesita de mi oración.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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