Viernes 20 de mayo – Pretendemos desunir aquello que Dios ha querido unir.
H. Cristian Gutiérrez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te agradezco por la vida, la salud, tu amor, tu salvación, tu compañía. Gracias por todos los dones y beneficios que minuto tras minuto me concedes y que a veces ni siquiera descubro. Gracias por amarme de forma tan personal e inmensa. Yo también quiero amarte y ayudar a que los demás te amen. Dame la gracia en esta oración de enamorarme un poco más de Ti, de conocerte mejor, para amarte más, y así poder imitarte y transmitirte a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12
En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transbordaría, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”.
El les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.
Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”,
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Puedo ver en este Evangelio cómo la gente se acercaba a Ti para escucharte, para que Tú les enseñaras la Buena Nueva. Hoy también yo me acerco a Ti para escucharte. Eso es lo que en cada oración se realiza: un encuentro entre Tú y yo. Me acerco a Ti de igual forma que aquella multitud atraída por tus palabras, por tu mirada, por tu vida. Déjame Señor vivir siempre cerca de Ti porque sólo allí encuentro lo que necesito para mi día a día.
Además me dice el pasaje que tenías la costumbre de enseñarles. Si me detengo a contemplar tu vida, toda ella es una enseñanza, es un ejemplo a imitar. Viniste a esta tierra para enseñarme a vivir verdaderamente y con plenitud. Enséñame, Señor, a vivir de acuerdo a tu Voluntad. La enseñanza implica el silencio, la docilidad, la humildad. Implica también fe y confianza en que lo que me enseñas es verdadero, bueno y bello. Dame la gracia de seguir siempre tus enseñanzas y no dejarme confundir de falsos maestros que pretenden desorientar mi camino hacia Ti.
También me enseñas sobre la familia. La familia es uno de los vínculos más fuertes que has creado en este mundo. Tú soñaste con familias unidas, indisolubles y felices, pero a veces somos nosotros los que arruinamos tus planes. Los hombres pretendemos desunir aquello que Tú mismo has querido unir. ¡Qué duros de corazón somos! No permitas que lo que Tú has unido lo separemos nosotros. Tú nos has hecho para amar y ser amados. No nos creaste seres solitarios, sino que sembraste el amor entre nosotros. Enséñame la importancia del amor y de la familia y dame la gracia de defender siempre la familia como el plan trazado por Ti para nosotros.
«Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo.»
(S.S. Francisco, La alegría de amor, exhortación apostólica post sinodal, n. 5).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré algún detalle a aquella persona que amo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.