Sábado 25 de junio – Si crees, Jesús podrá hacer algo increíble en tu vida.
H. Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor, pero aumenta mi fe. Me pongo en tus manos misericordiosas con toda mi confianza. Vengo ante Ti así como soy, también con aquello que me preocupa e inquieta, seguro de que buscas mi bien. ¡Yo sé que Tú eres el amigo que nunca falla!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían; “Yo les aseguro que en ningún israelita ha hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”.
Jesús le dijo al oficial romano: “Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
«“Señor, una palabra tuya bastará para sanarme». Cuántas veces te he repetido esta frase durante la misa. Reconozco que soy pequeño delante de Ti, Dios mío, y que a veces no he sabido corresponder a tu amor. Pero el ejemplo del centurión anima mi fe, justo antes de recibirte en la comunión.
¡Ojalá te recibiera con la misma fe de este hombre! No sólo fe en que este alimento es tu mismo Cuerpo: también quisiera tener una fe así de grande en tu poder. Porque has venido, Jesús, para salvarme, y no hay nada, ¡nada!, imposible para Ti. Creo, Señor, que Tú eres mi Dios, y que contigo todo lo puedo.
¿Qué es creer, sino abrirte la puerta? San Pedro te dejó entrar en su casa, y trajiste la salud a esa casa… Sin embargo, yo no te veo o te toco como lo hizo Pedro. Aquí el centurión me muestra cómo tiene que ser mi fe: no hace falta verte físicamente. Es la puerta del alma la que tiene que estar abierta. Y entonces, para el que tiene fe, tu gracia no tiene límites. Sí, incluso cuando estoy en la noche más oscura o el abandono más profundo… Ayúdame, Señor a tener fe en tu poder y en tu palabra: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Madre mía, María, enséñame a tener una fe como la que tú tuviste. Isabel te dijo en una ocasión «Dichosa tú que has creído, que lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Dios hizo en ti maravillas porque confiaste totalmente en Él, y Él podrá hacer algo increíble también en mi vida, si creo en Él…
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016, en Santa Marta).
« La misma fe del centurión que dijo: “No, no, maestro, no te molestes: sólo una palabra tuya, y mi criado quedará sano”. Una fe fuerte, valiente, que va hacia adelante, con el corazón abierto.
Sin embargo, en este punto, Jesús va un paso más allá. Jesús en Nazaret, al comienzo de su ministerio, se fue a la sinagoga y dijo que había sido enviado para liberar a los oprimidos, los presos, dar vista a los ciegos… inaugurar un año de gracia, es decir, un año —se puede entender— de perdón, de acercarse al Señor. Es decir, indicaba un nuevo camino, un camino hacia Dios.»
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Repetir durante el día la oración «Jesús, en Ti confío», especialmente ante las dificultades o preocupaciones que me encuentre.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.