Sábado 30 de abril – Un buen momento para hacer un balance de mi vida.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios
Vengo a colocarme bajo tu mirada, Señor y Dios mío. Creo en Ti, pues eres la verdad misma. Aumenta mi fe. Confío en Ti y anhelo seguir tu voz, pues Tú eres el camino. Aumenta mi esperanza. Deseo con todo mi corazón amarte, pues eres la verdadera Vida. Aumenta mi amor. En este instante renuevo la ilusión de siempre mantener mi corazón en tus manos. Te pido con sencillez una oración llena de confianza y escucha atenta a tu voz. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.
Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este final de mes puede ser de gran provecho detenerse un poco delante del Señor. Hacer una pausa en el camino, reflexionar y contemplar la propia vida a la luz de Cristo. Como el campesino que trabaja la tierra cada mañana bajo el sol, cuya mirada se encuentra dirigida a la siembra que realiza con sus manos y decide detenerse un poco, hacer una pausa y alzar la vista, mirar con sus ojos cuál ha sido su labor.
¿Cómo laboré durante este mes, Dios mío?, ¿dónde me encuentro?, ¿dónde se encuentra mi corazón? A lo largo de este tiempo, ¿quién fuiste Tú para mí, Jesús?, ¿te sentí como el verdadero motivo de mi vida?, ¿me dediqué quizá únicamente a mí?, ¿contemplé con tus ojos mis trabajos, mis ocupaciones, mis fracasos, mis alegrías, mis éxitos?, ¿fui un alma agradecida por tu amor?, ¿reconocí la cruz en mi vida?, ¿la acepté con gratitud?, ¿la cargué con entusiasmo y esperanza, como tú, Señor?, ¿desesperé alguna vez quizás?, Si alguna vez caí, ¿me levanté nuevamente con la mirada puesta en tu misericordia?, ¿te amé más, Señor,y fui testimonio de tu amor?, ¿proclamé tu nombre con mi vida?
Mirando ahora hacia atrás, ¿qué podría agradecerte, Dios mío? Mirando hacia el futuro, ¿qué quisiera prometerte para mejor amarte?, ¿qué quisiera prometerte para anunciarte mejor a los demás? Tú eres el motivo de mi corazón para vivir mi presente con pasión, Señor y Dios mío. Me pongo en tus manos con plena confianza en tu amor misericordioso.
Amén.
«El Hijo del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino». Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está disponible al don total de la vida. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su Iglesia.
Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado.»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Te prometo dedicarme con confianza, sinceridad y amor a la ilusión que tengo por amarte, y pondré en mi agenda la fecha de mi próxima confesión, Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.