Los jóvenes que no buscan nada no son jóvenes

4 de enero de 2021 – Jesús pasa

H. Francisco J Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te necesito. Jesús, te amo, pero aumenta mi amor. Creo en Ti, pero aumenta mi fe. Mira mi corazón, Tú lo conoces. Sabes cuán hermoso es y cuán roto está. Sana lo que debe sanar, Jesús. Que me deje sanar un poco más hoy. María, ven, hazme compañía. Llévame a Jesús.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «¿Dónde vives, Rabí?» (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: «Vengan a ver».

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir ‘el ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás» (que significa Pedro, es decir, ‘roca’).

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estás a orillas del río Jordán. Es un día de sol. Tú  y Andrés están hablando con Juan el Bautista. De pronto, tu maestro se calla y mira hacia el camino. Un hombre alto y joven va pasando. ¿Qué sucede? Juan habla en voz baja, casi temblorosa: Éste es el Cordero de Dios… Andrés va y lo sigue. ¿Qué sientes al verlo pasar? ¿Vas con Él?  Puedes hablar de esto con Jesús. Tal vez lo seguiste. Él entonces se para y se gira. Te mira a los ojos. ¿Qué buscas? Señor, me conoces. Tú sabes qué quiero y qué siento… Hoy quiero dejarte que toques mi alma.

«Y para aquellos dos es la “iluminación”. Dejan a su primer maestro y siguen la secuela de Jesús. En el camino, Él se gira hacia ellos y hace la pregunta decisiva: “¿Qué buscáis?”. Jesús aparece en los Evangelios como un experto en el corazón humano. En aquel momento había encontrado a dos jóvenes en búsqueda, sanamente inquietos. De hecho, ¿qué juventud es una juventud satisfecha, sin una pregunta de sentido? Los jóvenes que no buscan nada no son jóvenes, están jubilados, han envejecido antes de tiempo. Es triste ver a jóvenes jubilados… Y Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos los encuentros que tiene a lo largo del camino aparece como un «incendiario» de los corazones. De ahí, aquella pregunta suya que busca hacer emerger el deseo de vida y de felicidad que cada joven lleva dentro: “¿Qué buscas?”. También yo quisiera hoy preguntar a los jóvenes que están aquí en la plaza y a los que escuchan desde los medios de comunicación: “Tú, que eres joven, ¿qué buscas? ¿Qué buscas en tu corazón?”.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 30 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Jesús, hoy Tú me has salido al encuentro. Algunas cosas se han movido en mi interior. ¿Qué pasó hoy en mi alma? Ayúdame a ver lo que quieres que vea. Haz que te deje ser tierno conmigo. Ayúdame a saber recibir tus regalos. María, ayúdame a abrirle mi alma a Jesús y a mis hermanos.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía para agradecerle los medios de formación que me da, y buscaré que quien me trate hoy, note que Él vive en mi corazón.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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