Miércoles 6 de julio – Uno aceptó la misericordia.
H. Balam Q. Loza LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, qué alegría me da el estar aquí, a tus pies, así como hace dos mil años estuvieron tus discípulos. Lo único que quiero hacer es escucharte. Tu palabra es como miel. Tu palabra es fuego que calienta el corazón. Tu palabra me da vida. Señor, que tu palabra sea para mí como esa luz que brilla en medio de la noche.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Me puedo detener en la vida de cada uno de estos apóstoles. El primero es Pedro y el último Judas, el traidor. Los doce salieron corriendo cuando tomaron preso a Jesús. Pero la lección más grande que puedo sacar es la de Pedro y la de Judas, que van de la mano. Los dos traicionaron a Jesús. Los dos pecaron.
Pedro prometió que seguiría a Jesús a donde fuese, incluso a la muerte. El gallo no había cantado ni dos veces y él ya había caído. Había olvidado su promesa. Judas que mojó en el mismo plato el pan, unas horas después le daba un beso traidor. Los dos fallaron al Maestro. Su pecado hirió profundamente el corazón de Jesús. Pero a los dos les abrió su corazón para darles el perdón.
Entonces, ¿cuál fue la diferencia? Uno aceptó la misericordia. El otro no. Uno lloró sus pecados. El otro se desesperó. Uno se apoyó en el Señor, el otro se quedó mirando su miseria.
Aceptar la misericordia
Unos días después de la negación de Pedro caminaba éste con Jesús. Pedro sin duda se sentía mal. Había faltado a su palabra… Pero Jesús lo miró con amor. En ese momento no importaba la grandeza del pecado. Lo que importaba era la grandeza del amor. No importaba que el apóstol no hubiese cumplido su palabra. Importaba que el maestro la había cumplido.
Y cuando Pedro se dio cuenta de esto. Cuando vio en los ojos de su maestro la llamada a dar su vida se entregó totalmente a la voluntad de Dios. Fue en busca de las otras ovejas perdidas. Transmitió el amor que recibió de Cristo. De su maestro.
Permite, Señor, que no sea indiferente ni perezoso(a) ante las oportunidades que hoy voy a tener de trasmitir a otros el gran don de tu misericordia, que nos transforma en tus discípulos misioneros.
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de septiembre de 2015).
« Los Evangelios nos narran cómo muchos van a preguntarle: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. El primer movimiento que Jesús genera con su respuesta es proponer, incitar, motivar. Propone siempre a sus discípulos ir, salir. Los empuja a ir al encuentro de los otros, donde realmente están y no donde nos gustarían que estuviesen. Vayan, una y otra vez, vayan sin miedo, vayan sin asco, vayan y anuncien esta alegría que es para todo el pueblo.»
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy te ofrezco, Señor, ser sencillo y no creer que lo puedo todo. Por lo tanto pediré ayuda cuando lo necesite y me dejaré ayudar. Si alguien me dice que lo que estoy haciendo está mal lo escucharé y agradeceré. Si alguien necesita de mi ayuda no dudaré en acudir.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.