Lunes 26 de diciembre de 2022 – «La respuesta está en Cristo»

Hiram Galán, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Estoy aquí Jesús, quiero conocerte más, quiero amarte más, tengo necesidad de ti pero no sé cómo acercarme. Enséñame a orar, enséñame a amarte, toma mi pequeñez y mi miseria y hazme un nuevo ser.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes. El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes».

Cada día se nos presentan problemas o situaciones en las cuales sabemos con certeza que la solución estaría en meter a Cristo. Es decir, algún problema familiar en el cual no se encuentra la solución, alguna enfermedad, alguna crisis existencial, etc.

Sabemos que la respuesta está en Cristo porque nosotros lo hemos experimentado en carne propia. Pero aunque lo sabemos no nos animamos a hablar de Él. ¿Qué pensarán?, ¿qué dirán?, ¿cómo se los digo?

Nuestra vida como creyentes, para que en verdad sea coherente y plena, tiene que tener como guía al Espíritu Santo. Sí, no podemos llevar esta vida tan globalizada, estresante y alejada de Dios, sin la ayuda del mismo Dios, en la persona del Espíritu Santo.

Él nos guiará por el camino, Él abrirá las puertas, Él nos conducirá por el camino que el Señor tiene preparado para nosotros. No podemos pretender ir contra corriente solos, porque la corriente terminará arrastrándonos. Necesitamos de su fuerza, y si nos sentimos débiles y que no podemos es buena señal, pues es el momento de reconocernos necesitados de Dios.

Ayúdanos, Santo Espíritu, a tener una verdadera relación de amistad contigo. Que en los momentos de tomar decisiones serias, te sepamos consultar y así logremos descubrir la voluntad de Dios en lo concreto y cotidiano de nuestra vida. Que seas Tú nuestro compañero y guía. Que en el silencio de la oración sepamos escuchar tu voz. Que seas Tú mismo quien viva en nosotros y ame a los demás.

«Hoy se experimenta a menudo una «desertificación espiritual». Especialmente allí donde se vive como si Dios no existiera, nuestras comunidades cristianas están llamadas a ser “cántaros” que apagan la sed con la esperanza, presencias capaces de inspirar fraternidad, encuentro, solidaridad, amor genuino y desinteresado; han de acoger y avivar la gracia de Dios, para no encerrarse en sí mismos y abrirse a la misión. No se puede, en efecto, comunicar la fe viviéndola de manera aislada o en grupos cerrados y separados, en una especie de falsa autonomía y de inmanentismo comunitario. Así no se da respuesta a la sed de Dios que nos interroga y que está presente también en tantas formas nuevas de religiosidad».
(Discurso de S.S. Francisco, 10 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Preguntarme al menos una vez al día, que me está pidiendo Dios a través del Espíritu Santo en lo concreto de la jornada de mi día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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