la luz del mundo

Martes 13 de junio – No sólo me invitas a ser luz, me dices que soy luz.

San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia

H. Adrián Olvera, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ante los caminos obscuros de la vida; ante aquellos callejones sin salida… ante todo aquello, sé Tú mi luz.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.

Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A veces no es fácil comprender que soy más feliz, no cuando obtengo algo para mí, sino cuando doy algo de mí…; cuando me doy a mí mismo es entonces cuando soy feliz.
Dar aun cuando no se tiene; consolar aun cuando no hay nadie que me consuele; hacer reír cuando por dentro lo único que quiero es llorar; es lo que me hace feliz… sé que no es fácil de explicar.
Me invitas a ser luz de este mundo. A iluminar los caminos obscuros; descubrir los tesoros escondidos… Me invitas a ser luz para alumbrar aquella imagen que ya en sí es bella sólo para resaltar su belleza. Como luz al final del túnel que indica una salida… un lugar a donde hay que llegar.
Señor, no sólo me invitas ser luz; me dices que soy luz. Luz que debe estar apagada…luz que necesita estar encendida para guiar, para reconocer… para caminar, para iluminar. Luz que no se ilumina a sí misma, sino que sale de sí, se dona, se da.

Sé Tú mi luz, Señor, para que yo pueda ser luz. Tú eres esa luz que no sólo se necesita para vivir… sino para realmente vivir, para ser feliz.

«Estas palabras subrayan que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquel que es la Luz del mundo, no en las palabras, sino de nuestras obras. De hecho, es sobre todo nuestro comportamiento que —en el bien y en el mal— deja un signo en los otros. Tenemos por tanto una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera nuestra propiedad. Sin embargo estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a donarla a los otros mediante las buenas obras. ¡Y cuánto necesita el mundo de la luz del Evangelio que transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge! Esta luz debemos llevarla con nuestras buenas obras.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 5 de febrero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Intentaré hoy ser luz para aquellos que me rodean poniéndome a su servicio en alguna necesidad que tengan.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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