templo guiar en el camino

Jueves 9 de noviembre – En la mesa del Padre hay siempre un lugar preparado para mí.

Dedicación de la Basílica de Letrán

H. Balam Loza, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Jesús, os amo.» Ésta era la oración de un trío de pastorcitos que se encontró un día con tu Santísima Madre. Esta sencilla oración, en la que no había muchos razonamientos o muchos silogismos complicados, estaba cargada de un gran amor. Pues con ese mismo amor de los niños de Fátima quiero yo estar aquí. Con ese mismo corazón de niño que amaba desde la sencillez, quiero amarte, Jesús mío. Que no haya necesidad de decir mucho sino de amar mucho.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”.
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«¿Qué señal nos das que tienes autoridad?» Es la crítica que hacen los fariseos a Jesús. Olvidemos por un momento el hecho sino la acción misma. ¿Es acaso criticable? En ningún modo. Si uno sale hacer una encuesta y pregunta si es reprobable defender la dignidad de la casa de Dios, puedo asegurar que nadie condenara lo sucedido. Pues bien, no sólo no es una acción reprobable sino, viéndolo en positivo, es un acto maravilloso, porque el templo es para acoger a todos los que se acercan, no un mercado ni lugar para hacer negocio. Y si lo decimos en frío no lo podemos negar, pero si lo vemos con la propia experiencia creo que será indudable.

Todos hemos podido experimentar el rechazo o la soledad; el no sentirse parte de un grupo. Y en esos momentos podremos sentirnos incómodos y, al mismo tiempo, desear que alguien entre en nuestra vida y nos comprenda, nos reciba en su vida y en su corazón. Esto es acoger. Sin duda podríamos hacer una lista de las personas que nos han acogido y nos mostrado su cercanía cuando lo necesitábamos. Podemos pensar en el niño llegando a un colegio habiendo pasado ya el primer mes de clases y sin conocer a nadie. Ese niño tiene necesidad y, sin duda, no le será indiferente la primera mano que le salga al encuentro.

Pues eso mismo hace Dios en nuestras vidas. Nos sale al encuentro y nos guía por el camino. ¿Para qué estoy en el mundo? ¿De dónde vengo y a dónde voy? El hombre llega al mundo sin nada. Y cada persona que nos muestra el camino del bien y del amor es un lazo que ese Padre nos tiende para llegar a Él. Y con el pecado nos pasa lo mismo. Cuando nos sentimos miserables o fuera de lugar; cuando llegamos a la iglesia para la misa dominical y nos damos cuenta que no damos la talla al ver a otras personas más comprometidas y con más fervor; cuando vemos nuestra realidad, Dios nos mira y nos dice que Él está ahí esperando y que no importa lo que hagamos, pues en su casa habrá un puesto a la mesa preparado para nosotros.

«Deseo que esta circunstancia reavive en todos vosotros el amor por la casa de Dios. En ella encontráis una gran ayuda espiritual. Aquí podéis experimentar, cada vez que queráis, el poder regenerador de la oración personal y de la oración comunitaria. La escucha de la Palabra de Dios, proclamada en la asamblea litúrgica, os sostiene en el camino de vuestra vida cristiana. Os encontráis entre estos muros no como extraños, sino como hermanos, capaces de darse la mano con gusto, porque os congrega el amor a Cristo, fundamento de la esperanza y del compromiso de cada creyente.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré un rato de adoración a la Eucaristía y pediré al Señor la gracia de sentirme acogido en su casa.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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