Martes 25 de septiembre de 2018 – La voz del silencio.
H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero encontrarte. Sólo dame la paciencia para esperar tu gracia, sabiduría para verte en donde me muestres tu bondad, entendimiento para comprender lo que me quieres enseñar y fortaleza para vencer con tus fuerzas. Ayúdame a discernir dónde está tu voluntad, estar abierto a lo que me pidas y que nunca tenga miedo de hacer tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Palabra de Dios.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Somos hombres. Y como hombres, sentimos la necesidad de encontrar certezas y seguridades que se puedan ver, tocar y escuchar claramente, como cuando oímos la voz de personas concretas con promesas concretas.
Nuestra tendencia natural es querer escuchar a Dios igual que a nuestros padres, hermanos o amigos que, cuando hablan, atraen hacia sí toda nuestra atención. Tenemos la certeza que se palpa y que no se necesita gran fe para saber que se dirigen a nosotros.
Pero Dios habla a un nivel más profundo. Para escucharle hay que ser sinceros con uno mismo, guardar silencio interior en medio de la tempestad, de los problemas personales. Al escucharle puede surgir tanto el temor como la fortaleza, tanto la alegría como la tristeza. Sin importar los sentimientos que puedan surgir, debemos de tener bien presente que el que nos habla, el que me habla, es Dios.
Es difícil, pero cuando logramos entrar en este ambiente de silencio podremos valorar y escuchar claramente lo que Dios nos quiere decir. Si le escuchamos y entendemos lo que nos pide, no tendremos miedo de actuar y hacer su voluntad porque podremos tener la certeza de que Él lo quiere. Y además, si escuchamos y respondemos, podremos formar parte de la familia íntima de Cristo.
«El concepto de familiaridad con Dios, de familiaridad con Jesús. Nosotros podemos ser discípulos, podemos ser amigos, pero ser familia es aún más. El primer mandamiento que hemos recibido en la persona de nuestro padre Abraham: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Hoy aquel mandamiento ha crecido y es más grande y largo: “Escucha la palabra de Dios. Ponla en práctica, así serás mi familia, tendrás familiaridad conmigo”. Cada uno puede valorar su propia relación con Jesús y preguntarse: ¿Es una actitud formal, educada? Yo voy a rezar, después voy con mis cosas, me olvido de Jesús y hago mis cosas, vuelvo a rezar. ¿Es, por tanto, una actitud diplomática? O ¿es una actitud familiar, en la que se siente familiaridad con el Señor?»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de septiembre de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré un mayor esfuerzo por escuchar a Dios en silencio interior, buscando el silencio exterior que permita a los demás expresarse.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.