momentos difíciles

Sábado 20 de octubre de 2018 – No te preocupes.

H. Rubén Tornero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder estar en tu presencia. Sólo Tú sabes todo lo que traigo en el corazón. Conoces cuáles son mis heridas, mis miedos, mis victorias y esperanzas… todo lo pongo en tus manos. Sé que me amas y que todo lo que pasa en mi vida lo quieres o lo permites sólo porque me amas y deseas lo mejor para mí. Ayúdame a confiar en Ti, a abandonarme completamente en tus manos como un niño en brazos de su madre. Sabes de sobra que en muchos momentos -sobre todo en los difíciles- me cuesta mucho confiar en Ti, dejar que Tú tomes las riendas de mi vida. Dame la gracia, Jesús, de confiar cada día más en Ti. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente  ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.
A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o que van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, me invitas a ser valiente, a no tener miedo de confesarte delante de los demás y a confiar en Ti siempre, sin importar lo difícil que parezca. Me exhortas a poner mi vida entera en tus manos para así ser un instrumento dócil en tus manos, para poder ayudarte a extender tu Reino.
¡Cuánto amor me tienes Jesús! Tú me miras con un cariño y una ternura infinitos. Soy precioso para Ti, y jamás me has dejado solo.
Aun en los momentos más difíciles, cuando me parecía que todo estaba perdido, y yo ya no sabía qué hacer, Tú nunca me abandonaste, siempre estuviste a mi lado invitándome a confiar en Ti y dándome todo lo que necesitaba para soportar los momentos de dificultad.
Y aunque muchas veces me he quejado de los senderos que hemos tenido que atravesar, jamás me has dejado solo y el tiempo me ha enseñado que tus caminos siempre son para mi bien, aunque en un primer momento no siempre logre verlo así.
No me quiero avergonzar nunca de Ti, quiero gritar a los cuatro vientos todo el amor y la misericordia que has tenido conmigo. Ayúdame a nunca dejar de confiar en Ti, y a ser un verdadero testimonio del amor infinito e incondicional que tienes por cada uno de nosotros.

«Ve, no te preocupes, teniendo presente que la primera palabra de una verdadera evangelización es “levántate y ve”. […] Se puede evangelizar solamente con estas tres actitudes, pero bajo la fuerza del Espíritu Santo: sin el Espíritu ni siquiera estas tres actitudes sirven; es el Espíritu quien nos impulsa a levantarnos, a acercarnos y a partir de las situaciones. Hoy por todos nosotros cristianos que tenemos la obligación de evangelizar, la misión de evangelizar. Que el Señor nos dé la gracia de ser escuchados por el Espíritu y tener estas actitudes: estar en salida; ir; ser cercanos a la gente; y partir no de las teorías sino de las situaciones concretas.»
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy no me voy a avergonzar de mi fe y le compartiré con alguien una experiencia que haya tenido del amor providente de Jesús.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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