Miércoles 4 de septiembre de 2019 – ¿Qué quieres pedir a Dios?
H. Pedro Cadena, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias porque me diste este día y este momento para estar contigo. Gracias por elegirme para estar contigo y seguirte. Ayúdame a aprovechar este tiempo contigo y a llevar a quien me envíes hoy, más cerca de Ti. María, acompáñame y hazme como tú, un reflejo del amor de Dios por cada persona.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.
Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.
Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Imagina que estás esperando a tu mejor amigo o a tu pareja en un centro comercial. Pasan cinco minutos y no llega. Lo buscas con la mirada. ¿Es él o ella? No, sólo se parece. ¿Quizá ahora sí? No, tampoco… De pronto, llega la persona que estabas esperando… Acompañada de Jesús. ¿Qué sientes? ¿Hay algo que le quieras decir o preguntar a Jesús sobre esa persona?
En el Evangelio de hoy, le piden a Jesús que cure a la suegra de Pedro y Jesús la cura. ¿Quieres pedirle algo a Jesús para tu persona especial? Hoy tienes un tiempo para ello. María está contigo, para apoyarte en lo que pidas.
«La jornada de Jesús en Cafarnaúm empieza con la sanación de la suegra de Pedro y termina con la escena de la gente de todo el pueblo que se agolpa delante de la casa donde Él se alojaba, para llevar a todos los enfermos. La multitud, marcada por sufrimientos físicos y miserias espirituales, constituye, por así decir, «el ambiente vital» en el que se realiza la misión de Jesús, hecha de palabras y de gestos que resanan y consuelan. Jesús no ha venido a llevar la salvación en un laboratorio; no hace la predicación de laboratorio, separado de la gente: ¡está en medio de la multitud! ¡En medio del pueblo! Pensad que la mayor parte de la vida pública de Jesús ha pasado en la calle, entre la gente, para predicar el Evangelio, para sanar las heridas físicas y espirituales. Es una humanidad surcada de sufrimientos, cansancios y problemas: a tal pobre humanidad se dirige la acción poderosa, liberadora y renovadora de Jesús.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Jesús, quiero ser tu apóstol y llevar a muchas personas a ser felices y plenas en Ti. Gracias por plantar este deseo en mi corazón. Acércame a Ti, para que me llene de tu amor. Permanece en mí, y brilla hoy a través de mí donde quiera que me envíes. María, que te dejaste llenar del amor de Dios y lo compartiste en cada encuentro, ruega por nosotros.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía e invitar a un familiar o amigo a venir conmigo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.