Martes 19 de noviembre de 2019 – Cristo sabe.

H. César Adrián Hernández Morales, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia de sentirme amado por Ti y de saberme también hijo de Dios.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró a Jericó y al ir atravesando la ciudad. Sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa».
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo conoce mi pequeñez. Él sabe lo débil que soy. Él sabe que necesito de su gracia. Cristo sabe que soy como un niño pequeño que necesita de su padre. Sabe que sin Él no puedo nada.
Él también conoce mis esfuerzos por amarlo. Él sabe lo mucho que deseo ser completamente suyo. Él sabe que mi corazón tiene la necesidad de sentirse amado.

Él y yo sabemos que sólo en su Sagrado Corazón puedo encontrar verdadera paz y el amor que el mío necesita.

Cristo quiere entrar a mi corazón como entró en la casa de Zaqueo. Cristo quiere decirme cuánto me ama. Lo único que necesita es un pequeño esfuerzo de mi parte para que Él pueda obrar grandes maravillas en mí. Cristo me pide que confíe en su amor. Cristo quiere que me deje abandonar en sus brazos.

Cristo le dijo a Zaqueo que él también era hijo de Abraham. A mí me quiere decir que también yo soy hijo de Dios. Él me quiere revelar todo el amor que hay en el corazón de su Padre.

Cristo se hizo hombre para estar entre nosotros y ser un signo visible del amor que el Padre tiene por cada uno de nosotros, del amor que tiene por mí.  Él me ama de manera personal. No hay nadie igual a mí ante sus ojos. El Padre me ama tanto que envió a su Hijo Unigénito a revelarme su amor.

Jesús quiere venir a hospedarse en mi corazón. No le importa que sea el corazón de un «pecador». Es más, porque soy pecador Él tiene mucho más deseos de venir y sanarme.

¡Jesús, ven a mi corazón y revélame el amor del Padre!

«También quisiera dedicaros una frase de la Escritura, que la gente murmuraba contra Jesús al verlo ir a casa de Zaqueo, un publicano acusado de injusticia y robo. El Evangelio de Lucas dice así: “¡Ha entrado en la casa de un pecador!”. El Señor fue, no se detuvo frente a los prejuicios de los que creen que el Evangelio está destinado a la “gente bien”. Por el contrario, el Evangelio pide ensuciarse las manos. ¡Gracias porque os ensuciáis las manos! Y ¡adelante! Adelante pues, con Jesús y en el signo de Jesús, que os llama a ser sembradores pacientes de su palabra, buscadores incansables de lo perdido, anunciadores de la certeza de que cada uno es precioso para Dios, pastores que ponen sobre sus frágiles hombros a las ovejas más débiles. Adelante con generosidad y alegría: con vuestro ministerio consoláis el corazón de Dios.»
(Discurso a los miembros de la policía penitenciaria, S.S. Francisco, 14 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir a Cristo que venga a mi corazón a lo largo de este día.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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