Lunes 30 de diciembre de 2019 – El encuentro con el Señor.

H. Francisco J. Posada, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de verte más de cerca en mi vida; perdóname cuando te he ignorado y ayúdame a comunicar mi experiencia de Ti a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Me gusta imaginar que la profetisa Ana es como las viejecitas que van a la iglesia todos los días, acuden a misa, rezan el rosario, novenas, etc., y, también, se me hace un ejemplo a seguir porque sale al encuentro de esta familia joven que llega al templo. Movida por el Espíritu sabe que puede comunicarles algo; ella se alegra porque es capaz de ver más allá de las apariencias externas y reconocer quién es Jesús para ella y así compartirlo con los demás.

Para Dios no hay coincidencias porque Él conoce nuestras vidas como la palma de su mano. Este encuentro entre Ana y la Sagrada Familia tenía que suceder para que ella y la familia de Jesús, pudieran ver como Él estaba actuando en la vida de cada uno; y al compartir lo que tenían en el corazón, pudieron ver cómo la mano de Dios los iba guiando. Ana, por su parte, había aprendido muchas cosas en su vida; había tenido muchos encuentros que la estaban preparando para el encuentro con el Niño. Y José y María cada día aprendían algo nuevo que les ayudaba a criar al Hijo de Dios porque, seguramente, no era nada fácil hacerlo ya que, sin saberlo aún, lo tenían que preparar para la misión que Él tenía en la que predicaría un nuevo Reino de amor, un Padre misericordioso que todo lo ve, una llamada a la santidad personal. Esto, en cierta medida, lo aprendió durante su tiempo en Nazaret donde el Padre le puso como acompañantes a José y María.

«Dios basta, lo demás pasa»; es alabanza que brota a pesar de todo, como lo muestra la profetisa Ana. Era una mujer muy anciana, que había vivido muchos años como viuda, pero no era una persona sombría, nostálgica o encerrada en sí misma; al contrario, llega, alaba a Dios y habla solo de él. Me gusta considerar que esta mujer “murmuraba bien”, y contra el mal de murmurar, esta sería una buena patrona para convertirnos, porque fue de un lado para otro diciendo solamente: “¡Es aquel! ¡Es aquel niño! ¡Id a verlo!”. Me gusta verla así, como una mujer de barrio.»
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hablar o pasar tiempo con una persona mayor de edad.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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