Miércoles 3 de junio de 2020 – La familia y Dios.
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que pueda amar a toda mi familia, que no me deje llevar por rencores, malentendidos, luchas, porque Tú me llamas a más, a que ame sin condición, este es mi camino de santidad: aprender a amar como ama Dios. Dama tu gracia para que cada día crezca en esto y pueda acercarme más a Ti a través de mis hermanos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió, para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.
Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El tema de la familia está muy unido al tema de Dios porque Él guía nuestras vidas y, a través de las personas que están a nuestro alrededor, especialmente nuestra familia, lo podemos encontrar, porque Él se quiere hacer presente en nuestras vidas.
La pregunta de los saduceos me hizo pensar cómo cuando dos personas se casan toda su vida cambia, y parte de este cambio es que se acepta a la persona y con ella a toda su familia, se hacen parte de su familia, los hermanos, los papás, los tíos, los primos, etc. Y así se convierten en un signo de que Dios es nuestro padre común y quiere que nos sintamos parte de una misma familia, y con mayor razón si son marido y mujer. A veces no es fácil aceptar a otros por motivos muy variados y es ahí donde Dios tiene que estar presente en nuestras relaciones porque sin Él, nos es muy difícil amar de verdad. Él nos puede enseñar a demostrar nuestro amor desinteresado que siempre quiere lo mejor del otro y llega a dar la vida por el otro.
Una cosa positiva que podríamos tomar de la actitud de los saduceos es que no tienen miedo de preguntarle a Cristo cosas que no entienden o que se les hacen ilógicas, pero ellos no querían cambiar y eso fue lo que les faltó porque al encontrar una respuesta diferente a lo que esperaban y creían, se quedaron con su parte y no confrontaron la verdad de Cristo con su vida. Por eso hay que abrir nuestros corazones a Cristo para que podamos cambiar lo que necesitamos cambiar y así acercarnos más a Él.
Un aspecto que llama mucho la atención de este pasaje evangélico es que en la resurrección del fin de los tiempos todos serán hermanos ya que no habrá necesidad de casarse porque seremos como ángeles, dependeremos completamente de Dios, Él llenará toda nuestra vida porque será nuestra «media naranja» que en esta vida encontramos sea en una pareja o en una vocación, y al final de los tiempos Dios será nuestro todo.
«Está clara certeza de Jesús sobre la resurrección se basa enteramente en la fidelidad de Dios, que es el Dios de la vida. De hecho, detrás de la pregunta de los saduceos se esconde una cuestión más profunda: no sólo de quién será esposa la mujer viuda de siete maridos, sino de quién será su vida. Es una duda que atormenta al hombre de todos los tiempos y también a nosotros: después de esta peregrinación terrenal, ¿qué será de nuestras vidas? ¿Pertenecerá a la nada, a la muerte? Jesús responde que la vida pertenece a Dios, que nos ama y se preocupa mucho por nosotros, “hasta el punto de vincular su nombre al nuestro: es «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven”. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. Es egoísmo. Si vivo para mí mismo, estoy sembrando la muerte en mi corazón.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 10 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar por aquel familiar con el que no me llevo tan bien o por alguno con el que esté peleado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.