Domingo 29 de noviembre de 2020 – Al final se mostrarán los frutos de mi vida.
H. Sergio Rodríguez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial, en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu Palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un embajador activo en la extensión de tu Reino. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 29-33
También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan los retoños, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo, que no pasará esta generación antes de que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La muerte y el juicio son verdades de fe. Muchos han intentado predecir ese momento, pero la verdad es que -nadie sabe ni el día ni la hora-. Es interesante ver cómo Jesús siempre busca hablarnos con parábolas en un lenguaje con el que podamos entender, y en esta ocasión usa de nuevo la imagen de una planta y sus frutos para explicar su próxima venida.
Pienso en la «wisteria», es una planta trepadora que requiere de varios cuidados, tiene que regarse, abonarse y, sobre todo, podarse bien en el momento adecuado del año, para que florezca tan solo por un mes, pero con una lluvia impresionante de hermosas flores moradas, blancas o rosas. Si el dueño es una persona que le ha dado los cuidados adecuados, ve los retoños y se alegra al ver que los frutos de su trabajo están por llegar. Pero si el dueño de la «wisteria» no dio a la planta los cuidados necesarios, al ver los retoños se dirá -olvide atenderla con anticipación-, entonces será demasiado tarde y las flores serán pequeñas y descoloridas.
Al final de la vida cosecharemos los frutos de nuestro trabajo. Es real, vamos a morir, pero esto no debe verse con preocupación sino con esperanza. Recuerdo que el eslogan de una empresa de electrodomésticos decía -quien nada debe, nada teme- y así, una vida vivida en paz, irá en paz al encuentro del Señor. Ahora bien, nunca es demasiado tarde, si hoy estamos aquí es porque hoy tenemos la oportunidad de abonar o, si es necesario, podar cosas en nuestra vida, para que el día de mañana podamos dar frutos, y frutos de santidad.
Señor Jesús, Tú ya has hecho todo lo posible por mi salvación y, en tu amor infinito, me has dado la libertad; dame la gracia de utilizarla, no con egoísmo, sino en bien de mi santificación y la de los demás. Quiero cuidar mi vida, y la de los demás, para que cuando vengas de nuevo pueda presentarte un jardín hermoso de almas que sea agradable a tu corazón. Amén.
«La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es la oración. “Cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca” (v. 28), es la admonición del evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y rezar, dirigiendo nuestros pensamientos y nuestro corazón a Jesús que está por llegar. Uno se levanta cuando se espera algo o a alguien. Nosotros esperamos a Jesús, queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia. Rezar, esperar a Jesús, abrirse a los demás, estar despiertos, no encerrados en nosotros mismos».
(Ángelus 2 de diciembre de 2018)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Reflexionar y tomar la determinación de podar de mi vida aquello que limita mi amor a Dios y a los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.