La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos

Sábado 5 de diciembre de 2020 – Tus talentos no son sólo tuyos.

H. Miguel Pastrana, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dios mío, te doy todo mi ser para que seas Tú quien viva en mí.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: «Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Se han puesto a pensar alguna vez por qué Cristo mandó a esos discípulos dándoles tanto poder y a nosotros parece que nos manda sin nada? ¿Cómo es posible que el Señor ya no se manifieste como lo hacía antes? ¿Acaso no le importamos?

Sí, es cierto: Cristo dio autoridad de verdad a sus discípulos para curar enfermedades y expulsar espíritus malignos a sus primeros discípulos; pero lo hace también hoy en nuestras vidas. Además, lo hace ¡todo el tiempo! No estamos solos en nuestra vida de apóstoles. Cristo es quien actúa en nosotros. Él escoge medios humanos limitados para poder manifestarse a las personas en una manera adecuada a cada uno.

Pensemos en concreto: ¿tienes tú un talento el cual te encanta? ¿Hay algo en ti que te gusta especialmente?, ¿una habilidad para escuchar, hacer sentir bien a quien te rodea, eres muy concreto o paciente? Pues eso es específicamente los poderes de los cuales el Señor se vale para que lleves su mensaje a todos. Recuerda que tus talentos no son sólo tuyos. Da gracias por ese talento a Jesús y pregúntale cómo quiere Él usarlo, cómo quiere Él hacerlo fructificar. Dile también cómo te gustaría usarlo y escucha lo que Él piensa.

Si ponemos en práctica nuestros talentos y los vemos con una mirada de fe, podremos descubrir cómo Cristo se hace presente a todos: cómo Él actúa, ríe, enseña, cura, y resucita en nosotros.

 

«Como nos muestra el Evangelio, Jesús ha sanado a enfermos de todo tipo, ha dado la vista a los ciegos, la palabra a los mudos, el oído a los sordos. Y cuando sanaba las enfermedades y las dolencias físicas, sanaba también el espíritu perdonando los pecados, porque Jesús siempre perdona, así como los “dolores sociales” incluyendo a los marginados. Jesús, que renueva y reconcilia a cada criatura, nos regala los dones necesarios para amar y sanar como Él sabía hacerlo, para cuidar de todos sin distinción de raza, lengua o nación. Para que esto suceda realmente, necesitamos contemplar y apreciar la belleza de cada ser humano y de cada criatura. Hemos sido concebidos en el corazón de Dios. “Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada uno es necesario”. Además, cada criatura tiene algo que decirnos de Dios creador. Reconocer tal verdad y dar las gracias por los vínculos íntimos de nuestra comunión universal con todas las personas y con todas las criaturas, activa “un cuidado generoso y lleno de ternura”. Y nos ayuda también a reconocer a Cristo presente en nuestros hermanos y hermanas pobres y sufrientes, a encontrarles y escuchar su clamor y el clamor de la tierra que se hace eco.»

(Audiencia SS Francisco, 30 de septiembre de 2020)

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy usare mi talento especial para hacer feliz a alguien en concreto, especialmente a quien más lo necesita.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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