misericordia

Domingo 14 de marzo de 2021 – Tres hombres, una historia.

H. Francisco Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre de Dios y madre nuestra, María, enséñanos a amar con un corazón como el tuyo porque, en este mundo tan caído y herido, el amor es lo que brilla más y puede ser una luz en este valle de lágrimas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad.
Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio se nos habla de tres hombres diversos. El primero es el padre que tiene dos hijos que cuidar; se ve que es una persona responsable pues ha criado a un buen hijo el cual siempre lo obedece. Quiere lo mejor para sus hijos y está dispuesto a hacer todo con tal de que sean felices. Tiene un gran corazón, por lo que la partida y casi pérdida de un hijo le cuesta mucho. Sabe cómo ayudar a sus hijos que son muy diferentes, como si fueran dos mundos totalmente distintos. Su responsabilidad no es solo de cómo lleva su casa sino también cómo cuida su hacienda en la cual trabaja mucha gente y, por lo tanto, tiene mucho que cuidar.
El segundo personaje es el hijo menor que, de alguna manera, ya se ha aburrido de su vida en casa; quiere salir a experimentar el mundo con un deseo válido, pero, quizás aún no está preparado. Lo vemos primero lleno de diversiones, pero, después cae en la pobreza y no sabe qué hacer; está confundido porque los placeres que buscó y experimentó no le llenaron. Es en este momento que recuerda los buenos momentos que había tenido son su padre y, arrepentido, regresa a casa donde se encuentra con los brazos abiertos y amorosos de su padre.
El hermano mayor siempre ha estado con su padre, no se ha ido o, por lo menos, no por mucho tiempo ni muy lejos. En su corazón aún no han crecido los verdaderos sentimientos que tiene su padre, tal vez por esto no se ha ido de la casa a formar su propia familia. Esta falta de amor no le deja alegrarse por el regreso de su hermano que estaba perdido y se enoja porque considera que no es justa la forma en que reacciona su padre; pero Dios lo invita a ver que hay un amor que va más allá y que es capaz de perdonarlo todo, la misericordia.

«Pero este amor infinito de Dios por nosotros pecadores, que es el corazón del Evangelio, puede ser rechazado. Es lo que hace el hijo mayor de la parábola. No entiende el amor en ese momento y tiene en mente más a un amo que a un padre. Es un riesgo también para nosotros: creer en un dios que es más riguroso que misericordioso, un dios que derrota al mal con el poder en vez de con el perdón. No es así, Dios salva con amor, no con fuerza; se propone, no se impone. Pero el hijo mayor, que no acepta la misericordia de su padre, se cierra, comete un error peor: se cree justo, cree que ha sido traicionado y juzga todo sobre la base de su opinión de la justicia. Así que se enfada con su hermano y reprocha a su padre: “y ahora que ha venido ese hijo tuyo, has matado para él el novillo cebado”. Ese hijo tuyo: no dice mi hermano, sino tu hijo. Se siente hijo único. También nosotros cometemos errores cuando creemos que tenemos razón, cuando pensamos que los malos son los otros. No nos creamos buenos, porque solos, sin la ayuda de Dios que es bueno, no sabemos cómo vencer al mal.»
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré por mi papá, mis hermanos, tíos, primos, para que Dios les dé un corazón como el suyo.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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