Jueves 9 de junio de 2022 – «Él sabe lo que necesitas, y quiere dártelo»

Diego López, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino! 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor te pido que me des la gracia de que esta oración no sea una simple reflexión mía de tus palabras, sino que realmente escuche de tus labios que me amas. Que hoy hables Tú y te escuche para sentir dentro de mi ese amor que tienes por mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío». Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta». Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy podemos quedarnos con dos verbos al inicio de este pasaje del Evangelio que comúnmente se nos escapan de la meditación porque hay otras partes quizás más llamativas.

Hablar y curar. Estas son las dos acciones que Jesús realiza con sus discípulos: les habla del amor del Padre, del Reino, del sentido de la vida; y los cura de sus miedos, dolencias, heridas y complejos para que puedan acoger ese mensaje que ha proclamado.

El Señor sabe lo que necesitamos, y quiere dárnoslo. No se queda nunca en una simple predicación. Él entra en nuestras vidas para sanarnos. No se conforma con iluminar nuestras mentes, también quiere sanar nuestros corazones.

Tantas veces en la vida experimentamos que conocemos el problema que tenemos, pero somos incapaces de solucionarlo. No nos basta saberlo, necesitamos algo para curarlo.

Jesús nos da a conocer nuestros problemas y, en el modo más conveniente para nosotros y para la misión, nos cura de ellos. Esto nos tiene que llenar de confianza en el único y verdadero médico: Aquel que nos ama y tiene poder para hacernos el bien.

«Vivir la comunión con Cristo es otra cosa distinta a permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana; por el contrario, nos introduce cada vez más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles la señal concreta de la misericordia y de la atención de Cristo. Mientras nos nutre de Cristo, la Eucaristía que celebramos nos transforma poco a poco también a nosotros en cuerpo de Cristo y nutrimento espiritual para los hermanos. Jesús quiere llegar a todos, para llevar a todos el amor de Dios. Por ello convierte a cada creyente en servidor de la misericordia. Jesús ha visto a la muchedumbre, ha sentido compasión por ella y ha multiplicado los panes; así hace lo mismo con la Eucaristía. Y nosotros, creyentes que recibimos este pan eucarístico, estamos empujados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con su misma compasión. Este es el camino». (S.S. Francisco, Catequesis del 17 de agosto de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.  

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedica un tiempo a orar abandonando tus problemas, preocupaciones, miedos y complejos en las manos de Jesús. Imagínate en sus manos como las manos del mejor médico para curarte.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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