Sábado 2 de abril – No te bastó morir por mí.
Sábado de la octava de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Cristo Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios
Señor, gracias por regalarme este momento tan valioso en que puedo estar contigo. Una vez más me vuelves a encontrar. Quiero estar únicamente contigo durante estos instantes, quiero poner mis intereses solamente en escucharte; quiero apartar mi corazón de las preocupaciones del mundo, para colocarlo en tus manos. Jesús, llévame de la mano en esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 16:9-15
Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.
Por último se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
María Magdalena… miro a esta mujer y encuentro una semejanza de su vida con la mía: ambas fueron tocadas por el Señor. Como María Magdalena, cuántas veces no se encontró mi alma pérdida, cuántas veces me aparté de él, pero cuántas veces más Él me buscó otra vez. Muerto por mí en la cruz, no pudo nada más, para mostrarme su amor, que salir a buscarme otra vez después de su resurrección; hoy quiero finalmente recibirte Señor, y quiero abrirte mi corazón.
Muchas personas, muchas almas aún se encuentran confundidas, no logramos verte tras los signos de tu amor. Concédeme el don de acogerte para llevarte a los demás. Lléname de tu amor para poder transmitir tu mensaje de amor a los hombres. Como lo hiciste con María Magdalena, así tú lo has hecho conmigo. Te has presentado para mostrarme tu amor como lo hiciste con ella, y hoy yo quiero llevarte a las personas, como ella lo hizo, incluso cuando algunos no le creyeron–pero el amor por Ti es más fuerte que cualquier miedo.
Veo en tus ojos, Señor, una ilusión. Veo que tienes un deseo por darte a los hombres. Veo que no te bastó morir por mí, veo que no te bastó morir por cada uno de nosotros, veo que, y al escuchar tus palabras comprendo mejor tu anhelo: quieres que todos los hombres experimenten tu amor como hoy lo experimento yo. Señor, soy débil, te pido que me llenes de tu fuerza, te pido que me llenes te tu amor. Quiero conocerte y quiero llevarte en mí para que pueda así cumplir tu mandato de ir por todo el mundo y proclamar la gran noticia que el mundo aún no conoce: Cristo me ama.
Hoy pongo en tus manos toda mi persona, todo mi ser, mi tiempo e incluso mis pensamientos e intenciones. Dirígeme tú, Dios mío en este día. Quiero ser testimonio de tu nombre, proclamando el amor de tu corazón con todas mis obras. Haciendo de mí tus mismas ilusiones me entregaré sin reservas y con gran confianza en Ti para que llegues Tú a todo corazón que me presentes en este día. Me uno a tu ilusión de extender tu Reino y te pido, siempre llévame adelante de la mano.
«Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Los invito, que hoy en sus casas, o en la iglesia, cuando estén tranquilos, solos, hagan un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida.»
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofreceré con fe al Señor el inicio de cada actividad, para que mi único fin sea amarle y cumplir su deseo por extender su Reino en mi corazón y en todo el mundo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.