Domingo 3 de abril - Saber acoger siempre al Espíiitu Santo.

Domingo 3 de abril – Saber acoger siempre al Espíritu Santo.

Divina Misericordia

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Cristo, Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!

 Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, te doy gracias y te bendigo por llamarme a estar contigo en este momento. Mi alma experimenta un celo que le urge a venir a Ti; concédeme la gracia de reconocer siempre ese anhelo en mí, que siempre esté presente en lo profundo de mi ser. Hoy me aparto de todo, vengo al silencio del desierto para conversar contigo, quiero escucharte. Por amor quiero simplemente darte mi tiempo, Señor, y por amor recibir de Ti cuanto sea tu voluntad. Aumenta mi fe.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 20:19-31

Al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo». Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar».

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Luego le dijo a Tomás: «Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree». Tomás le respondió: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús añadió: «Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto».

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Palabra de Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Meditando tu Evangelio, Señor, me identifico con los apóstoles, a veces siento pasión por Ti y otras veces siento miedo. Como los discípulos, mi alma a veces se encuentra encerrada, llena de miedo, incapaz de salir de sí misma. Y una vez más eres Tú, Señor, quien me sale al encuentro y me ofreces tu paz,  me sales al encuentro y me haces experimentar tu amor. Y de tu amor, brota mi pasión por acoger tus palabras: «Como el Padre me envió, así también os envío yo».

«Recibid el Espíritu Santo» me dices Señor. Y es por tu Espíritu que experimento el celo por gritar tu nombre. Si he sentido miedo, si he sentido debilidad, es tu Espíritu el que me vuelve a levantar. Quiero recibir tu Espíritu Santo, quiero que mi alma sea guiada, sea llevada por Ti en este día. Quiero actuar siempre como actuaría tu corazón, quiero considerar mi vida como una perenne misión, y así, con todo el corazón, llevar a término tu voluntad.

A veces soy yo, Señor, como Tomás, que se resiste a acoger el amor de un Dios que murió para redimirnos. Y puedo verte morir en la cruz, y sin embargo no creer en tu amor. Puedo ver tus manos traspasadas, y no creer en tu misericordia. Puedo ver tu costado atravesado, y no creer en tu absolución. Puedo ver tanto en mi vida, y sin embargo no reconocerte. Te pido, Señor, saber acoger siempre tu Espíritu Santo, recibir las palabras que diriges a toda alma que acoge el don de la fe: «Bienaventurados los que creen sin haber visto. » Sí, bienaventurados los que creen sin haber visto, porque la fe es más cierta que el saber. El saber muestra una idea, la fe cambia el corazón. Señor, transfórmame con la experiencia de tu resurrección. Renueva mi alma, hazla proclamar tu Reino. Quiero anunciar  tu Reino, porque quiero ser pregonero de  tu amor.

«Hemos visto al Señor», son las palabras que hoy me toca pronunciar a mí. Yo soy un alma que se ha encontrado contigo, y ha sido encontrada por Ti. Quiero ser tu mensajero de esperanza, quiero ser testigo de tu amor.  Tú realizaste muchas señales que no quedaron escritas en tus evangelios, y las que quedaron escritas, fueron para que todos creyeran en Ti. ¿Cuáles serán las señales que Tú obrarás en mi vida? Sólo Tú lo sabes. Te ofrezco mi vida, te ofrezco todo mi ser con absoluta confianza, para que por mi testimonio muchos más puedan creer en Ti, y tengan vida en tu nombre, y crezca tu Reino en su corazón. «Dichosos los que creen sin haber visto».

 

«Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso.» (Homilía de S.S. Francisco, 12 de abril de 2015). 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación

Ofreceré un misterio del rosario por las personas que aún no te conocen.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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