vida eterna

Miércoles 6 de abril – Abrir el alma a la experiencia del Amor.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Cristo Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ¿existe mayor gozo que poder hablar con mi Dios? Puedo venir a Ti con la certeza de que me amas, con la seguridad de que siempre me tienes en tu pensamiento. Mucho ha sucedido los días pasados, mucho ha sucedido el día de ayer. Hoy vengo a colocarlo todo en tus manos y a ponerme simplemente en tu presencia. Deseo escucharte y hablarte pues siento el deseo de renovar mi corazón, contigo, para amarte con un nuevo entusiasmo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Tanto amaste, Dios, al mundo, que le entregaste a tu Hijo único. Para que todo el que creyera en Él no pereciera, sino que alcanzara la vida eterna. Pues Tú, mi Dios, no enviaste a tu Hijo para condenarme sino para que tuviera la vida eterna, para que me salvara por toda la eternidad…

Ése es tu amor, Señor, que quizá me cuesta comprender. Un corazón de misericordia, un corazón herido de amor, un corazón sagrado de Rey que anhela traer su Reino a mi corazón. Abre mi alma a la experiencia de tu amor, pues quiero llevarla a las personas que se encuentran en mi vida. Quiero llevarla a mis hermanos, quiero llevarte a mis hermanos, llevarte a mis hijos, a mi pareja, a las personas en mi apostolado, a los pobres con que me encuentro, a las personas con quienes convivo cada día. Pues tanto me amaste, Señor, que me elegiste para transmitir tu amor.

Soy débil. Me encuentro en necesidad de Ti. Quiero que seas Tú mi única fortaleza, mi único sostén. Y si me encontrase en las tinieblas, si me encontrase dentro del pecado, te ruego me hagas sentir tu misericordia, que siempre está presente, y que se desarma de amor por mí. Ayúdame a sentirme perdonado, ayúdame a sentirme perdonada por Ti, a acercarme a Ti nuevamente para llenarme de tu luz, aquella que ilumina mi vida para dar testimonio de un Dios que se hizo hombre y me enseñó a amar. Porque tanto amaste al mundo, que le entregaste a tu Hijo único, y ésta es la buena noticia que hoy estoy llamado, que hoy estoy llamada a compartir con mi vida.

Dios mío, no merezco la gracia de tu amor, pero al mismo tiempo no puedo dejar de alegrarme por haberla recibido. Ya no estoy triste por mi pecado, pues Tú me has traído la alegría de tu amor, y hoy quiero hacerlo presente en cada acto de este día. En tus manos, María, Madre mía, pongo mi vida y mi corazón.

 

«Compartir el Bautismo significa que todos somos pecadores y que necesitamos la salvación que Dios nos ofrece, todos experimentamos la misma llamada a salir de las tinieblas e ir al encuentro de Dios lleno de misericordia.»

(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

PropósitoProponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En este día, Señor, te prometo que hablaré de Ti con mi familia, con las personas que están en mi entorno, con la persona que se encuentra a mi lado, pues el cristiano se siente apremiado por llevarte al corazón de las personas.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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