echar la red

Domingo 10 de abril – No se trata de entender sino de creer, para vivir la experiencia.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Cristo, Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, desconozco cuánto me amas y cuánto quieres amar a través de mí. Hoy vengo a presentarme ante Ti para experimentar nuevamente ese amor. Concédeme escuchar con sencillez tu palabra y acoger con sinceridad y confianza tu voluntad en mi corazón. Quiero darte gracias por llamarme a tu presencia, pues Tú me traes la paz del corazón, la paz de saber que Tú me amas, la paz de tu palabra. Envía tu Espíritu e ilumíname en este tiempo de oración. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-19

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «También nosotros vamos contigo». Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿han pescado algo?». Ellos contestaron: «No». Entonces Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces». Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: «Es el Señor». Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se le había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar». Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: «Vengan a almorzar». Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?. Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».

Por segunda vez le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».  Jesús le dijo; «Pastorea mis ovejas».

Por tercera vez le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.

Yo te aseguro: cuando eras joven, Tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras». Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: «Sígueme».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Echen la red a la derecha y encontrarás peces. Pero ¡hemos estado pescando toda la noche y no hemos obtenido nada! …sin embargo, porque confío en Ti, Señor, en tu nombre echaré las redes». Y así lo hicieron, y ya no podían siguiera jalar la red por tantos pescados.

Sí, el Señor superó las expectativas de un discípulo que se atrevió a confiar en él. No podían siquiera jalar la red –mucho menos podían sacarla, por lo cual tuvieron que recargar el bote a la orilla del lago. Y, sin embargo, cuánto me cuestan aquellas palabras de «rema mar adentro» siempre tan desafiante, Señor mío. Siempre tan desafiante a mi fe. Siempre tan insistente en invitarme a confiar. ¿Acaso no sabes que soy pequeño?, ¿no conoces mi miseria?… Pero «para Dios nada es imposible» fueron las palabras que recibió mi Madre al presentársele el Ángel, y confió en el plan de Dios –un plan que no consistiría en obtener algunos peces en un lago, sino en alcanzar la salvación de toda la humanidad a lo largo y a través de la historia del hombre hasta el fin de los tiempos.

Tu amor supera incluso aquellos horizontes que difícilmente alcanzo a vislumbrar con la mirada. Tu amor supera mi corazón, entiendo poco y a veces nada. Pero, aun sin entender tu amor, me has concedido experimentarlo. Y no es un «entender» sino una experiencia lo que me impulsa a llevarte a los demás. Y cuando me pregunto cómo es posible que quieras amar y darte a los demás por medio de mí, me invitas a confiar, a creer, a echar las redes en tu nombre. Vive, piensa, obra, siente Tú en mí. Quiero ofrecerte en este día mi corazón.

«La primera, la mirada de la elección con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento del pecado tan grave de haber negado a Jesús; la tercera mirada es la mirada de la misión: ‘apacienta mis corderos’, ‘alimenta mis ovejas’, ‘alimenta mis ovejas’. Pero no termina ahí, Jesús va adelante y dice a Pedro: Tú haces todo esto por amor, ¿y después? ¿Serás coronado rey? No. Jesús predice a Pedro que también él tendrá que seguirle en el camino de la cruz. Y los invito a preguntarse: ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión? Estamos todos bajo la mirada de Jesús. Él mira siempre con amor. Nos pide algo y nos da una misión.» (Homilía de S.S. Francisco, 22 de mayo de 2015, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Señor Jesús, te prometo asistir a la santa misa con mi familia, y hacer lo necesario para llegar desde su inicio, a fin de prepararme mejor para recibirte en la Eucaristía. Pongo en tus manos este propósito.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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