Miércoles 20 de abril - Ser un apóstol que transmita la luz de Cristo

Miércoles 20 de abril – Ser un apóstol que transmita la luz de Cristo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Aquí me tienes, Señor, ante Ti, para adorarte y escuchar tus palabras. Habla a mi corazón, llénalo de fe y de esperanza, pero sobre todo infunde en él un gran amor por Ti. Acompáñame en este momento de oración, permíteme conocerte un poco más, y dame tu gracia para ser tu testigo ante la gente que me rodea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cada uno de nosotros tiene una tarea concreta en este mundo. Dios nos llama a servirle como hijos y hermanos en una familia, como miembros de una comunidad, como esposos, como padres de familia, como consagrados o como miembros de un Movimiento. Algunos continúan el trabajo de la creación en el campo, otros construyen una ciudad mejor como médicos, profesores, empresarios… Hay una gran diversidad de profesiones y labores; pero, en el fondo, cada uno de nosotros participa de una misión que recibimos de Cristo mismo.

En el Evangelio de hoy vemos que Jesús es un hombre consciente de su misión como hijo de Dios. Él mismo nos dice: «Yo he venido como luz al mundo» (Jn 12, 46)… «No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo» (v. 47). Todas sus palabras y acciones estaban orientadas a mostrar el rostro misericordioso del Padre: cura a un paralítico, expulsa demonios, da la vista a un ciego, resucita a su amigo Lázaro. Después, llegada la hora suprema, nos da la muestra más clara de amor, muriendo en la cruz y resucitando al tercer día. En Israel, hace dos mil años, nos indicó quién es el Padre. «Las cosas que yo hablo, las hablo según el Padre me ha dicho» (Jn 12, 49).

La misión de Cristo sigue viva hoy. En nuestro alrededor todavía hay mucha sed de amor y de misericordia –el verdadero Amor y la Misericordia auténtica. Por eso Cristo nos llama a ser sus apóstoles. Aquí y ahora, en el trabajo, en casa, por la calle, depende de mí ser un apóstol que transmita la luz de Cristo.

«Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza, es decir: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación. Que resplandezca la luz de Cristo es su servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero –en este sentido–, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre.»

(Homilía de S.S. Francisco,  6 de enero de 2016).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré que mis conversaciones con la gente sean positivas, constructivas y alegres.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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