Martes 26 de abril - Nuestra seguridad está puesta en el amor de Dios.

Martes 26 de abril – Nuestra seguridad está puesta en el amor de Dios.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios

Gracias por llamarme a estar contigo, Jesús. Quisiera encontrarte en lo más profundo de mi corazón. Regálame el don de escucharte con finura, pues quiero aprender de Ti. Leeré tu palabra con atención, considerando tu testimonio verdadero de amor. Forma en mí un amor apasionado por Ti, para acoger tu mensaje, llevarlo a mi vida y anunciarlo a los demás. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es necesario que el mundo sepa que Tú amas al Padre y a nosotros. No es que el demonio esté venciendo con el mal en este mundo, porque tu amor y el bien que hace es invencible. Tú llamas a la puerta de nuestras almas como el verdadero Amor: llamas y tocas con tu paciencia, con tu misericordia, nunca impositivamente, y siempre silencioso, porque el verdadero amor respeta la  libertad.

Maestro, que viniste a enseñarnos el camino a recorrer, quiero aprender de Ti a transmitir la paz verdadera. Deseo transmitir aquella paz divina, no como la da el mundo, sino como Tú la das. Aquella paz que se funda en la confianza, más que en la ausencia de molestias o problemas. Enséñame a vivir en una continua esperanza, teniendo mi seguridad puesta en tu gracia, en tu amor, en la certeza de que me amas y me quieres feliz por toda la eternidad –y no simplemente por los intervalos superficiales con que el mundo pudiera atarme.

Si te amara, Señor, podría vivir alegre en medio de las adversidades que me circundan día con día. El que ama espera y el que espera ama. Y el que espera tiene siempre un motivo para continuar: Tú. Quiero confiar en que un día me uniré a Ti. Hazme sentir el apremio de inflamar de esperanza y amor a las personas que se encuentran a mi lado. Enséñame tu pedagogía paciente y misericordiosa, pues deseo transmitir el mensaje de tu Evangelio: «que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado» y en esto consistirá el anuncio de tu Reino. Un anuncio silencioso, perseverante, paciente y lleno de amor.

«Si Jesús hubiese bajado de la cruz, habría cedido a la tentación del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo precisamente para poder salvar a los demás, porque ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. Decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo” es verdad, pero es más bonito decir: “Jesús ha dado su vida por mí”.» (Homilía de S.S. Francisco, 22 de noviembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Señor Jesús, analizaré qué tipo de actividades realizo durante el día. Quizás alguna no va conforme al amor que quiero tenerte y debiera apartarme de ella –o dedicarme a otra que me llevara a agradarte más. Dame tu amor para cumplir este propósito con sinceridad. Dame tu luz para conocer tu voluntad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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