Viernes 29 de Julio - Un afán, dos sentidos

Viernes 29 de Julio – Un afán, dos sentidos

H. Javier Castellanos, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por estar entre nosotros. Te bendigo porque has venido a mostrarme el amor del Padre. En este rato de oración me tienes ante Ti: quiero dejar todo de lado por un momento, escuchar sólo tu voz y acoger tu palabra en mi corazón. Haz que tu Palabra produzca, dentro de mí, un fruto abundante y me haga un apóstol incansable ante mis hermanos y hermanas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Si Jesucristo llamara hoy a mi casa y te dijera que quiere cenar contigo, ¿qué haría?
Marta lo recibió con un enorme entusiasmo. No hay honor más grande que recibir al Maestro en casa, pasar con Él la tarde, compartir con Él la mesa… No se puede calcular cuánta emoción latía en el pecho de Marta mientras preparaba la comida. Y de alguna manera esta alegría se veía desbordar por sus manos. Tanto era el esmero que ponía en darle lo mejor a Cristo…
María, por otro lado, traducía su emoción en expectativas. ¿Qué les platicaría el Señor esa tarde? Tal vez alguna enseñanza sobre el Reino de los cielos, o quizá el resumen de lo que había hecho los últimos días, los lugares que había recorrido, las personas que había curado… Aunque en el fondo, no importaba el tema: cualquier palabra de Jesús valía un tesoro. María olvidó todos los otros quehaceres y planes: esa tarde era solamente para su Amigo y Señor…
Una misma ilusión y dos reacciones diferentes. Y es que el amor va en dos direcciones: dar y recibir. Un mismo fuego, una misma amistad con Cristo… ¿Por qué entonces María escogió la mejor parte? Y yo, ¿qué parte tiendo a escoger?
Cuando se trata del amor entre Cristo y nosotros, las dos caras de la moneda están unidas por naturaleza. Pero una de ellas tiene la prioridad. «En esto consiste el amor. No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero…» (1Juan 4, 10).
Señor, sólo una cosa es necesaria, sé que amarte es servirte, pero para poder servirte necesito escucharte. Hoy quiero escucharte. ¿Qué me dirás en este día?

«La oración es reflejo del amor que sentimos por Dios, por los otros, por el mundo creado; el mandamiento del amor es la mejor configuración con Jesús del discípulo misionero. Estar apegados a Jesús da profundidad a la vocación cristiana, que interesada en el «hacer» de Jesús –que es mucho más que actividades– busca asemejarse a Él en todo lo realizado.»
(Homilía de S.S. Francisco, 11 de julio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré apartar un momento durante el día para hacer una comunión espiritual y renovar mi actitud de escucha a Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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