Un cimiento duradero (Lc 14,25-33)

Evangelio: Lucas 14, 25-33
Caminaba con Jesús mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: «Este comenzó a edificar y no pudo terminar». O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».

Fruto: Redireccionar mi vida hacia su verdadero sentido: Cristo resucitado, cimiento de mi vida.

Pautas para la reflexión:
Construir una torre, hermoso paradigma de la vida cristiana. Requiere planeación, medios materiales, formación para afrontar la construcción, constancia para colocar ladrillo a ladrillo, capacidad de ver también más allá de lo material. Desentrañemos un poco esta bella imagen:

1. Los planos de mi casa
La vida de todo hombre, y sobre todo la de un cristiano, se parece mucho a la construcción de un edificio, o de una torre, para seguir el ejemplo puesto por Jesucristo en el Evangelio. Cuando un joven se prepara para entrar en la universidad, intenta condensar su futuro en una serie de opciones, que desembocan en una carrera profesional, y optan por lo que ven más conveniente: una ingeniería, comenzar una empresa… Es el dibujo de los planos para nuestra vida, unos planos que suelen sufrir cambios, precisiones, revisiones, etc. ¿Tengo algún plano para mi vida, más allá del campo profesional? ¿O me limito a ir tirando, a dejarme vivir por las circunstancias? ¿Qué busco en mi vida, o qué me ilusiona? ¿Qué me da fuerza y coraje para seguir luchando cuando parece que todo me sale mal? ¿Cuál es el cimiento del edificio de mi vida?

2. ¿Con o sin cimiento?
Pero no basta con tener unos maravillosos planos para construir nuestra torre. Los planos son sólo papel, ideales, deseos… buenas intenciones. Después de pensar qué quiero en mi vida, después de planear, tengo que pasar a la acción. Obras son amores, dice el refrán popular, y no buenos deseos. ¿Qué pensaríamos de un joven que, anhelando aprender a nadar, se limita a leer libros sobre natación, a hacer ejercicios de brazos y piernas en su cuarto, y jamás se mete al agua para practicar? El primer paso de toda construcción, como nos enseña la experiencia, es poner bien el cimiento. En otra parte del Evangelio, Jesucristo nos recuerda la diferencia entre el que construye una casa con cimiento sobre roca, y cimiento en la arena. Cuando llega la primera dificultad, los primeros vientos, una casa se mantiene intacta y otra se derriba inmediatamente.

3. ¿Cuáles son el cimiento?
Tenemos unos planos excelentes, sabemos y queremos poner un buen cimiento, pero ¿cuáles? Los primeros versículos del Evangelio lo expresan con claridad: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Ahí se concentra la clave del cristiano: ir en pos de Cristo; es lo que significa el mismo nombre de cristiano, seguidor de Cristo, imitador de su Maestro. Después, y como consecuencia de este seguimiento, se encuentra la cruz, el sacrificio. Hay quienes califican el cristianismo como una religión anti-natural, centrada en la cruz, el dolor, el sufrimiento. Sin embargo, el centro de nuestra religión no es la cruz, ni siquiera Cristo crucificado, sino Cristo resucitado, la alegría de la resurrección. La cruz, el sufrimiento, es sólo un instrumento, un medio que tenemos que pagar para responder a las exigencias de nuestro Dios. Quien se centra en la cruz sin mirar a la resurrección no ha aprendido el verdadero significado de nuestra fe. «Si Cristo no ha resucitado, –afirma san Pablo– vana es nuestra fe», y muchos mártires y santos nos demuestran que nuestra fe tiene mucho sentido.

Propósito: En un rato de oración, pediré a Cristo que me ilumine para ver hacia dónde voy en mi vida.

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