Lunes 15 de agosto – El Señor nos concede una misión especial a cada uno.

La Asunción de la Santísima Virgen

Manuel Frutos LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dios Padre, en quien todo lo puedo, envíame en este momento de reflexión y de escucha de tu Palabra, a tu ángel santo, para que pueda recibir sin temores el anuncio de la salvación, y abriendo mi corazón a tus enseñanzas, pueda ofrecerte mi amor y así, logre alcanzar mis sueños. Envía tu Espíritu Santo, para que ilumine mis sombras de muerte y pueda comprometerme más de lleno en la construcción de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada.

Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

El Señor nos concede una misión especial a cada uno de nosotros y nos regala la confianza plena para que podamos realizarla con su ayuda. Vamos conociendo personas, vamos compartiendo momentos, a veces aparentemente aislados pero, si los miramos de cerca, todas esas experiencias forman parte de nuestra misión en este mundo.
En los versículos anteriores el ángel de Dios comunica la buena noticia a María. En un primer momento la motiva con unas palabras: el Señor está contigo, el Señor ha estado grande, le aleja todos los temores, alégrate llena eres de gracia. En un segundo momento le precisa su compromiso con la vida: darás a luz un hijo. En un tercer momento le presenta un testimonio cercano, tu pariente Isabel está esperando un hijo, en su vejez porque para Dios no hay nada imposible. En un cuarto momento María responde: hágase en mí según tu palabra.
María acepta la misión e, inmediatamente, emprende el viaje a visitar a su prima anciana que está embarazada y precisa de su ayuda, por varios meses. Ésa es la lógica para alcanzar nuestras metas: actuar decididamente lo más pronto posible…

«Como dice en el Magnificat: se sabe mirada con bondad en su pequeñez y sabe ver cómo la misericordia de Dios alcanza a todas las generaciones. Ella sabe ver las obras que esa misericordia despliega y se siente “acogida”, junto con todo Israel, por esa misericordia. Ella guarda la memoria y la promesa de la misericordia infinita de Dios para con su pueblo. El suyo es el Magnificat de un corazón íntegro, no agujereado, que mira la historia y a cada persona con su misericordia maternal.»
(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy aceptaré con agrado y alegría la misión que Dios quiere para mí en mi quehacer diario. Para ello me propongo esforzarme por ser delicado y exigente con las pequeñas cosas ordinarias que debo hacer: ayudar en casa; ser alegre con mis familiares y amigos; no ser una carga o motivo de preocupación para quienes me rodean

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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