Sábado 3 de septiembre de 2022 – «Confiar, nunca temer, Cristo vino a liberarnos»

San Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia

Iván Yoed González Aréchiga, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Vengo, Señor, a ponerme en tu presencia. Tú siempre me miras, me acompañas con tu amor. Mi mayor alegría es poder venir a ti. Gracias por extenderme siempre la mano, por abrirme siempre tus brazos, por tenderme siempre tu misericordia. Quiero aceptar tu amor, quiero escuchar tu invitación. Gracias por llamarme a estar contigo, Jesús.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 1-5

Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron: “¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”
Jesús les respondió: “¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres”.
Y añadió: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Alguna vez me he preocupado demasiado por el «qué dirán»?, ¿alguna vez he sentido temor de dar testimonio de lo que soy? En este mundo en que vivo, a veces olvido que la gente tiene verdadera sed de Dios. Piden a gritos un faro de luz que guíe hacia Jesús. Tantas veces pienso que es necesario hacer cosas especiales para poder mostrar la atracción del Evangelio. Me equivoco. No hay mayor testimonio que la radicalidad. Muchas veces no son esenciales las cosas especiales, sino vivir a tope lo fundamental: mi amor por mi familia, mis estudios, mis tareas, mi trabajo, mis responsabilidades, mi vida de oración, mi relación contigo, mi apostolado. Cristiano es sinónimo de vivir a tope; y es antónimo del «qué dirán».

Que no tema nunca, Señor, dedicarme a ti por encima de todo. Tú te encargarás de que mi vida funcione, tengo que confiar. ¿O es que puede haber mayor seguridad que la de abandonarse a los caminos de Dios y vivir amándolo en cada momento? «El hijo del hombre es dueño del sábado», y no he de temer otorgarte la primacía de mi vida.

Mi corazón es frágil y se distrae fácilmente, pierde de vista el horizonte en ocasiones, se confunde con otras metas que no son Tú. Sí, soy frágil, pero quiero que me enseñes que lo importante es cargar mi cruz contigo, caerme contigo, levantarme contigo, teniendo como único ideal llevarla junto a ti y junto a los demás; a veces siendo yo quien la carga, a veces siendo un samaritano y otras veces dejándome ayudar.

Que no tema nunca llevar mi cruz por encima de toda opinión, crítica, disgusto. Y por otro lado, te pido especialmente la gracia de inspirar misericordia a toda persona con quien me encuentre. Tú eres el dueño de mi vida y el dueño de este mundo. Y es a Ti, Señor, a quien quiero yo seguir. Y es a Ti, Señor, a quien quiero transmitir.

«Cristo ha asumido la condición humana liberándola de la cerrada mentalidad legalista, insoportable. En efecto, la ley, privada de la gracia, se convierte en un yugo insoportable, y en lugar de hacernos bien, nos hace mal. Jesús decía: «El sábado ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el sábado». He aquí entonces la finalidad por la que Dios envía a su Hijo a la tierra a hacerse hombre: una finalidad de liberación, es más, de regeneración. De liberación «para rescatar a aquellos que estaban bajo la ley» (v. 5); y el rescate se produjo con la muerte de Cristo en la cruz. Pero sobre todo de regeneración: «para que recibiéramos la adopción de hijos» (v. 5). Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios».
(S.S. Francisco, Angelus 1 de enero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré un tiempo propicio para comentar, a ese miembro de mi familia o amistad que no va a misa, la importancia de hacer las cosas por amor y no por cumplir un mandato. Por eso lo estoy invitando a que me acompañe a la celebración de la Eucaristía dominical.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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