Lunes 3 de octubre – Hacer visible la acción de Dios en el prójimo
Iván Yoed González Aréchiga LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, toma mi vida, mi entendimiento, todas mis fuerzas, mis miedos, mis preocupaciones, todo oriéntalo hacia Ti. Quiero venir a Ti, ponerme en tus manos, abandonarme en tu misericordia. En Ti es donde puedo encontrar verdadera paz. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?”. El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”. Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Y yo, Señor, ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna? Tantas veces me hablas tan claro en el Evangelio, si, pero a veces sigo sintiendo necesidad de una explicación «para mí». Como si necesitara que Tú mismo me dijeras «a mí» qué quieres de mí.
Te miro en tu vida; veo tu entrega, tus constantes sacrificios, tus renuncias, tu humildad, tu mansedumbre, tu coraje y celo por vivir amando y te admiro de verdad. Quiero aprender de Ti, pero quisiera también que me hablaras.
Hoy vuelvo a encontrarme con tus palabras. Me cuesta acogerlas, quizá porque a veces siento que son sólo escritas y no «dichas» por Ti: pues no las escucho de tu boca… y sin embargo, pienso que puedo de verdad confiar que Tú las pronunciaste. Tú me has dado un corazón capaz de revivir cada pasaje de tu vida y puedo en verdad escucharte, mirarte a los ojos, recibir cada palabra tuya como venida de tu voz. Es más, puedo hacer incluso más que recibirla con mis oídos: recibirla en mi interior.
Señor, quiero contemplarte, mirarte solo a Ti, escucharte de verdad. Me has dado el gran don de la fe. Como cristiano tengo el «lujo» de poder hablar con mi Dios en mi interior. Incluso a viva voz. Háblame, Señor, háblame en el corazón y ayúdame a escucharte con atención, para entender para mi vida tus palabras. «Anda y haz tú lo mismo».
«Nosotros cristianos no nos lo podemos permitir. No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano “pasar de largo” y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado o porque se ha ido el domingo a Misa. El Calvario es siempre actual; no ha desaparecido ni permanece sólo como un hermoso cuadro en nuestras iglesias. Ese vértice de com-pasión, del que brota el amor de Dios hacia la miseria humana, nos sigue hablando hoy, animándonos a ofrecer nuevos signos de misericordia. No me cansaré nunca de decir que la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta. No hay misericordia sin obras concretas. La misericordia no es hacer un bien “de paso”, es implicarse allí donde está el mal, la enfermedad, el hambre, tanta explotación humana. Y, además, la misericordia humana no será auténtica —humana y misericordia— hasta que no se concrete en el actuar diario.»
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy te prometo, Señor, intentar con sinceridad hacer las cosas que harías Tú y del modo en que las harías; con sencilla confianza en Ti.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.