A proclamar el Evangelio (Mc 16,15-20)
Evangelio: Mc 16,15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos». El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.
Fruto: Reconocer la labor misionera de tantos sacerdotes, religiosos(as), consagrados(as) y laicos que dedican su vida para predicar el Evangelio.
Pautas para la reflexión:
Estamos celebrando el Domingo Mundial de las Misiones. Objetivo de la misión de la Iglesia es en efecto iluminar con la luz del Evangelio a todos los pueblos en su camino histórico hacia Dios, para que en Él tengan su realización plena y su cumplimiento.
1. Vayan y prediquen.
Debemos sentir el ansia y la pasión por iluminar a todos los pueblos, con la luz de Cristo, que brilla en el rostro de la Iglesia, para que todos se reúnan en la única familia humana, bajo la paternidad amorosa de Dios. Es en esta perspectiva que los discípulos de Cristo dispersos por todo el mundo trabajan, se esfuerzan, gimen bajo el peso de los sufrimientos y donan la vida. La Iglesia no actúa para extender su poder o afirmar su dominio, sino para llevar a todos a Cristo, salvación del mundo. Nosotros no pedimos sino el ponernos al servicio de la humanidad, especialmente de aquella más sufriente y marginada. Este ir y predicar va enfocado sobre todo al testimonio de una vida entregada al servicio constante y desinteresado a los demás. Predicar el amor de Dios con nuestras vidas a todas las personas que conocemos por el camino.
2. Los milagros que nos acompañan.
Hoy en día, conservar la fe ya es un milagro. Ante tanta confusión y ataque sistemático por parte del relativismo (entre otras ideologías), conservar la fe es un auténtico milagro. La humanidad entera tiene la vocación radical de regresar a su fuente, que es Dios, el único en quien encontrará su realización final mediante la restauración de todas las cosas en Cristo. No esperemos grandes milagros en nuestra vida…, si Dios nos los concede es por su infinita bondad, pero no siempre es así. Él se hace presente también en los pequeños milagros cotidianos: despertar a un nuevo día, tener salud y bienestar en la familia, etc. Todos los días nos acompañan esos milagros sin gran apariencia. Son presencia constante de Dios en nuestra vida. Predicar a Dios es sencillo para quien reconoce su presencia en la vida diara. Lo predicamos en nuestra familia cuando somos generosos, bondadosos, comprensibles. Lo hacemos presente cuando leemos su palabra juntos, cuando asistimos a misa y comulgamos. Está a nuestro alcance. Hagamos de este Domingo Mundial de las Misiones una oportunidad para llevar el amor de Cristo a los demás.
Propósito: Platicar con mi familia los modos concretos en que daremos testimonio del amor de Dios entre nosotros y con la gente que nos rodea.