Cristina Umaña: “En el Movimiento he encontrado medios para perseverar en mi fe”

Cristina Umaña, oriunda de la ciudad de Bogotá (Colombia) llegó a Chile como colaboradora del Regnum Christi en febrero de 2016. Durante este tiempo, ha colaborado en la sección del Movimiento de  Piedra Roja y en distintos centros educativos relatando su testimonio de vida.

Cristina contó recientemente al portal del Regnum Christi en Chile cómo fue su primer acercamiento al Movimiento, cuáles fueron sus motivaciones para colaborar fuera de su país y cuáles son, a su criterio, algunos elementos que componen la identidad del Regnum Christi. A continuación la entrevista.

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¿Cómo fue tu primer acercamiento al movimiento Regnum Christi?

Yo conocí el movimiento Regnum Christi porque mi hermano entró a estudiar al Colegio Cumbres de Bogotá. Un tiempo después, mi hermano comentó que se iba de misiones.

La verdad, yo no entendía bien porque se iba a misionar si en mi mente el misionero era parecido a los personajes del Siglo XVI que llegaron a América a llevarse oro.

Unos días más tarde, un señor fue a mí casa, les explicó a mis papas de qué se trataban las misiones y qué es lo que se iba a hacer. Me dije a mí misma, tengo que escuchar esto porque es de película.

Me puse a escuchar mientras nos explicó que siendo misionero es una de las pocas oportunidades en donde los campesinos te abren la puerta de sus casas, te dan de su comida y te cuentan su historia.

Normalmente eso no pasa. Uno va al campo y la gente no le abre la puerta de su casa a extraños. No te invitan a pasar, pero siendo misionero eso sí sucede.

Eso me llamó mucho la atención a mis 19 años. Mis papás me inscribieron apenas supieron que me interesaba ir. Y me fui de misiones a una experiencia que resultó increíble.

¿Por qué decidiste formar parte del Movimiento Regnum Christi?

Mi mamá llegó a casa contándome que mi hermano había sido aceptado en un colegio mexicano. Yo no lo podía entender. La verdad es que ella ha sido siempre muy reticente a los movimientos católicos, aunque ella es católica y mi papa casi fue sacerdote.

Ellos eran muy reticentes a los movimientos porque fijan su mirada en los fundadores y eso hace que pierdan el centro, pierden a Cristo. Entonces cuando escuchó todo lo del proceso de renovación por que el pasó el Movimiento, tomaron la decisión de inscribir a mi hermano al Colegio Cumbres.

No ha sido fácil el camino de la fe, pero en el Regnum Christi he encontrado medios para perseverar. Los sacramentos son algo que me ha ayudado muchísimo. Cuando acepté venir a Chile como colaboradora, empecé a encontrar el sentido del acompañamiento personal.

¿Qué ves hoy en el movimiento que te llama la atención?

Primero el Cristocentrismo. He visto que se profundiza más en la Sagrada Escritura, no tanto en escritos de alguien más como me decían se hacia antes. Se acude a la fuente primera, tomando a Cristo como modelo.

Lo segundo, que hay una conciencia de humanidad, de humanidad caída y redimida. El periodo de renovación nos ha hecho lo que somos hoy como movimiento.

¿Qué es para ti evangelizar?

No hay evangelización si no hay un amor auténtico, si no hay un interés auténtico por la persona, por su historia y por el contexto que vive. Si no hay interés de velar por la integridad y lo que significa la persona.

Creo que llenar números, llenar buses, llenar capillas, puede ser muy bonito, si la persona está en el centro. La persona no es un número. Es una historia. Es un corazón.

Si se tiene ese norte en mente es cuando realmente se puede evangelizar. Hay verdadera evangelización cuando yo me preocupo realmente porque esa persona tenga un encuentro con Dios y no para mí éxito, no para mí beneficio y no para traer números, sino por tener un interés auténtico por las almas. Uno debe ser un instrumento de Dios.

Si logro traer a una persona es gracias a Dios. Si logro traer a mil personas es gracias a Dios también. No es gracias a mí, no es por mi mérito.

¿Cuál fue tu motivación para dar un año como colaboradora del Regnum Christi fuera de tu país?

En esas primeras misiones a las que asistí habían dos colaboradoras. No hice una amistad cercana con ellas, pero cuando me explicaron quiénes eran pensé que tenía que vivir esa experiencia.

Fue como una certeza en el corazón. Me dije: «Lo tengo que hacer». Esto fue hace siete años. Antes de esas primeras misiones, yo estaba algo confundida en mi vida porque había pasado por tres universidades y me había cambiado de carrera.

Cuando fui a decirles a mis papas que me quería ir de colaboradora, me dijeron, primero termina la universidad y si lo logras hablamos. El año pasado terminé la universidad, trabajé un tiempo y sentí después de eso, que si no era ahora, no iba a ser nunca.

¿Cómo ha sido este año de colaboradora?

Sinceramente, yo pensé que iba a ser mucho más fácil. Al toparme con las primeras dificultades, uno entra en duda, por un momento pensé que no había venido a esto, que no esperaba o que no contaba con que ciertas situaciones se iban a dar.

Uno se puede hasta llegar a decepcionar o sentir que se va a ser incapaz de hacer ciertas cosas. Pero hay que pensar que uno tiene que dar lo mejor de sí. Si los demás reciben lo que se ofrece, bien; y si no lo reciben, pues no por eso voy a dejar de darlo. No por eso voy a dejar de intentar mi apostolado.

Si lo logro hacer bien o si no lo logro hacer, de todo se aprende. Ha sido un año para aprender lo que es la entrega desinteresada y en donde los logros que yo pueda conseguir personalmente pasan a un segundo plano, porque lo que importa es aprender a dar, es aprender a recibir, es aprender a convivir, es aprender a conocer formas distintas de hacer apostolado.

Ya los logros u objetivos que uno tenga, son muy humanos y válidos tenerlos, pero pasan a un segundo plano porque lo que importa finalmente es algo de carácter más interior.

¿Cuál es tu horizonte apostólico tras tu experiencia en Chile?

Antes de venir a Chile yo realizaba un apostolado con mi hermana de teología del cuerpo, que son charlas de compromiso y sobre la afectividad para los jóvenes. Cada vez estoy más segura de que me gustaría dedicar mi vida a que la gente haga las paces con su afectividad, con su corazón y con Dios. Quiero estar comprometida con la misión de que todos podamos vivir una afectividad plena y sana en Dios.

¿Qué mensaje le darías a los miembros del Regnum Christi en este periodo que vive el movimiento?

Hay que estar muy agradecidos con todo lo que hemos aprendido y con todo lo que hemos logrado. Debemos estar agradecidos con Dios por las grandes bendiciones que nos ha dado a pesar de nuestra historia.

La espiritualidad que tenemos, la forma de vivir la fe, la forma de comunicarla, la forma de ser cristianos, nos ha ayudado y nos ha purificado mucho también.

Hay que seguir dando ejemplo de caridad y de fortaleza, de confianza en Dios. El movimiento sigue, sigue habiendo gente nueva, sigue habiendo incorporaciones, sigue habiendo vocaciones y esto es algo para agradecer y seguir confiando en Dios.

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