Domingo 10 de mayo de 2020

H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, estoy en frente de Ti, junto a tu madre, nuestra madre. Hoy es su día y, por eso, te pido por ella y por todas las mamás del mundo para que sepan transmitir el don de la vida. También te pido que me ayudes a entender y valorar la profundidad e importancia de su misión, pues han sido elegidas por nuestra Padre para colaborar en el milagro de la vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.

Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”.  Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí.  Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El camino, la verdad y la vida.
Solo puede ser llamado padre o madre aquel que transmite la vida. La vida es precisamente el don más valioso que una persona puede recibir, pues marca el inicio de un alma que proyecta un futuro hacia el cielo. Es Dios mismo que provoca nuestro primer suspiro, nuestros primeros latidos; Él nos llama a la vida, pero lo hace a través de una persona, esta persona es elegida para llevar a cumplimiento el deseo de dar a luz.
Dar vida es el primer paso de la maternidad, Dios es el primero que pronuncia nuestro nombre y lo hace a través de nuestra madre. Es por esto por lo que una madre es una colaboradora de sus milagros. Una madre encuentra la necesidad de darse sin reservas al grado de ya no vivir para sí; sino vivir en, vivir con, vivir para su hijo. Esto no es una tendencia o un sentimiento que surge de cada madre, sino que encuentra su fuente en Dios mismo que, de la misma forma, vive para la humanidad entera. Una mamá, a imitación del Padre, siente la necesidad de acompañar, consolar y sentir lo que su hijo siente, incluso vivir lo que su hijo vive.
El amor de una madre puede llegar a ser tan bello, tan delicado y al mismo tiempo tan fuerte, tan sencillo y profundo… el amor de una madre es tan puro que Dios mismo quiso tener una madre… María. Ella donó desinteresadamente su vida a Cristo, especialmente desde la anunciación hasta la cruz. Y desde la cruz, María se siguió donando sin reservas a cada hombre y mujer.

Cuando una madre da a luz provoca una fuerte relación con su hijo. Esta relación da origen a una unidad a la que llamamos «familia». Pues bien, María ha dado a luz a Cristo, su hijo, y Cristo nos ha dado a María como nuestra madre.  Por eso nosotros pertenecemos a una misma familia teniendo a Cristo como hermano, y a Dios como nuestro Padre. Todos tenemos un Padre… todos tenemos un Hermano, porque somos miembros de la misma familia gracias a la mujer que aceptó ser la madre de Dios. María. Ahí encontraremos la paz, el camino, la verdad y la vida.
¡Feliz día de las madres! Para las que tienen esta celebración en este día.

«En la vida fragmentada de hoy, donde corremos el riesgo de perder el hilo, el abrazo de la Madre es esencial. Hay mucha dispersión y soledad a nuestro alrededor, el mundo está totalmente conectado, pero parece cada vez más desunido. Necesitamos confiarnos a la Madre. En la Escritura, ella abraza numerosas situaciones concretas y está presente allí donde se necesita: acude a la casa de su prima Isabel, ayuda a los esposos de Caná, anima a los discípulos en el Cenáculo… María es el remedio a la soledad y a la disgregación. Es la Madre de la consolación, que consuela porque permanece con quien está solo. Ella sabe que para consolar no bastan las palabras, se necesita la presencia; allí está presente como madre. Permitámosle abrazar nuestra vida. En la Salve Regina la llamamos “vida nuestra”: parece exagerado, porque Cristo es la vida (cf. Jn 14,6), pero María está tan unida a él y tan cerca de nosotros que no hay nada mejor que poner la vida en sus manos y reconocerla como “vida, dulzura y esperanza nuestra”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy le daré un beso a mi madre, sin importar la distancia, se le celebre o no en el calendario civil.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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