gracias

Domingo 13 de octubre de 2019 – Las actitudes del corazón.

H. José Alberto Rincón, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme la gracia de reconocerme necesitado de tu compasión amorosa.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19
En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: «¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!».
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.
Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: «¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?».  Después le dijo al samaritano: «Levántate y vete. Tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Existe una hermosa tradición mística en la Iglesia de Oriente. Se conoce como la oración del Nombre de Jesús. Consiste en repetir de modo frecuente a lo largo de la jornada las palabras: ‘Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.’

Grandes hombres de oración han dedicado una vida entera a contemplar estas sencillas palabras. Y es que en ellas se encuentran las dos actitudes que un corazón saludable tiene al acercarse a Jesús, es decir, la confianza y la gratitud.
Primero, confianza. Sabemos de antemano que aquello que pediremos nos será concedido. En el corazón de cada uno de los leprosos estaba este anhelo por ver realizada su petición. No olvidemos que la lepra era enfermedad de pecadores; de ahí que sólo quien podía perdonar los pecados tenía potestad para curarla.
Después, agradecimiento. La bendición que recibimos gratuitamente exige, en toda justicia, que volquemos nuestra mirada hacia lo alto y demos gracias por tan inmenso derroche de generosidad. Tristemente, de los diez leprosos sólo uno regresó. ¡Y era el samaritano, enemigo de los judíos y extraño al Dios de Israel!
¿Cuántas veces conseguimos verdaderamente, con un corazón sincero, pasar de la confianza al agradecimiento? ¿Cuántas veces confiamos sin agradecer? ¿Cuántas veces desconfiamos y no agradecemos? El Evangelio es muy claro. Quien agradece, da gloria a Dios. Y quien da gloria a Dios, es salvado por su fe. Así pues, ¿confiamos y agradecemos?

«O se puede pensar en los diez leprosos de los que habla también Lucas, los cuales fueron sanados y se fueron, pero solamente uno volvió a dar gracias: los otros habían sido sanados y así se olvidaron de Jesús. Frente a una fe condicionada por el interés, Jesús reprocha y dice: “Trabajad, no por la comida que no dura, sino por la comida que permanece para la vida eterna, y que el Hijo del hombre os dará”. La comida es la Palabra de Dios y el amor de Dios.»
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En los momentos del día en que todo parezca salirse de control, repetiré en mi interior: ‘Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.’

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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