Domingo 15 de abril – ¡Es real!
H. Javier Castellanos, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, abre nuestro entendimiento y explícanos las Escrituras. Haz que nuestro corazón arda mientras nos hablas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: «No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo». Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?». Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: «Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos».
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: «Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto».
Palabra de Dios.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué haríamos si en este mismo instante viéramos a Jesús delante de nosotros? Imaginémonos escuchar unos pasos cerca y, al levantar la cabeza, nos encontramos con el rostro que tanto ansiamos ver… Ésta fue la experiencia de los apóstoles en el cenáculo.
En esta oración tenemos a Cristo junto a nosotros. ¡Realmente! Hoy nos dirige las mismas palabras del Evangelio: «No teman, soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Soy yo en persona». No le vemos, porque quiere que le conozcamos por la fe: «¡Dichosos los que creen sin haber visto!» (Jn 20, 29)
Cristo trae la paz, pero antes tuvo que pasar por la cruz. Y, precisamente, gracias a la cruz lo tenemos más cerca que nunca. Porque la cruz que Él tomó era la nuestra, ese peso y ese sufrimiento que sentimos cada día; el trabajo y las pruebas de hoy mismo, esto es lo que Cristo lleva en sus llagas. Cada vez que tocamos nuestra cruz tocamos a Cristo. ¡Así de real es su compañía!
Más aún, Cristo está dentro de nosotros, y dentro de cada hermano y hermana a nuestro lado. La presencia de Jesús es tan real como la cara del prójimo, porque si alguien «no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4, 20). Y nos pide encontrarlo ahí, en el amor auténtico hacia los demás y en la predicación de su Evangelio por medio de nuestro estilo de vida… Así de real tiene que ser nuestro amor a Él.
«A Dios no lo ha visto nadie jamás; pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor ha llegado a su plenitud en nosotros». (1 Jn 4, 12)
«Cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz. Los dos discípulos, de hecho, luego de haber encontrado al Resucitado, regresan llenos de alegría, confianza y entusiasmo, listos para dar testimonio. El Resucitado los ha hecho resurgir de la tumba de su incredulidad y aflicción. Encontrando al Crucificado-Resucitado han hallado la explicación y el cumplimiento de las Escrituras, de la Ley y de los Profetas; han encontrado el sentido de la aparente derrota de la Cruz.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de abril de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré amar con palabras y comentarios positivos hacia los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.