Domingo 16 de agosto de 2020 – La verdad de sentirse necesitado de Dios.
H. Erick Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que me reconozca necesitado y que sepa pedirte ayuda para mi vida. Aumenta mi fe para confiar en Ti, que lo puedes hacer todo, pero a tu tiempo. Te pido que me concedas la gracia de ser humilde para amarte y que te considere alguien importante en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Ella se acercó entonces a Jesús y, postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!”. Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando queremos algo, hacemos todo lo posible por conseguirlo, como un niño pequeño que está empeñado en conseguir algo a cualquier costo. Si es de gran necesidad ponemos todo nuestro esfuerzo para hacer lo que nos proponemos. El hecho de que tengamos que pedir ayuda y sentirnos necesitados nos hace ver que no lo podemos todo nosotros solos y que Dios tiene una parte muy importante en nuestra vida.
La oración de la mujer cananea fue una prueba porque necesitaba reconocerse necesitada y saber su lugar. Fue una prueba a su humildad que le consiguió la curación de su hija y la ovación de su fe.
Es difícil reconocernos necesitados porque siempre queremos ser los primeros y que no se noten nuestras debilidades. Este paso a la humildad es todo un camino; para la cananea se debió a la necesidad de su hija. Es en la necesidad de los demás que nos damos cuenta de quiénes somos realmente, hermanos y hermanas en Cristo. El hecho de reconocernos hijos de un mismo Padre celeste es fundamental para no hacernos imágenes de nosotros mismos equivocadas, sino saber que estamos hechos para los demás y Dios nos ayudará en lo que necesitemos.
Pidámosle a Dios que nos aumente la humildad cada día y que nos conceda la gracia de tener una fe inquebrantable.
«El Señor no se da la vuelta ante nuestras necesidades y, si a veces parece insensible a peticiones de ayuda, es para poner a prueba y robustecer nuestra fe. Nosotros debemos continuar gritando como esta mujer: “¡Señor, ayúdame! ¡Señor ayúdame!”. Así, con perseverancia y valor. Y esto es el valor que se necesita en la oración. Este episodio evangélico nos ayuda a entender que todos tenemos necesidad de crecer en la fe y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Él puede ayudarnos a encontrar la vía cuando hemos perdido la brújula de nuestro camino; cuando el camino no parece ya plano sino áspero y arduo; cuando es fatigoso ser fieles con nuestros compromisos. Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal como “grito” hacia Él —“Señor, ayúdame”—, y con actitudes concretas de caridad hacia el prójimo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de agosto de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir por todos los niños que sufren en el mundo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.