Domingo 16 de febrero de 2020 – Jesucristo ha venido a traer plenitud.
H. Erick Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia, Señor, de hacer una experiencia que me renueve en el amor a Ti, a los demás y a mismo; a tener una experiencia real de tu Amor. Ven, Espíritu Santo, ¡e infunde tu gracia en mi mente y mi corazón!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los Cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
También han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio; pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, por que más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero Yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero Yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el Cielo, que es el trono de Dios; ni por la Tierra, porque es donde Él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Al final de su vida, durante la Última Cena, Jesús nos da un mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, el mandamiento pleno, el cual hace polvo toda queja, disgusto, dificultad, negación de los mandamientos del no, es decir, al no mentiras, no cometerás actos impuros, no robarás, no matarás, no jurarás en falso, no, no y no. El mandamiento del amor es el más grande e importante para Dios. Sólo pensemos que, amando a nuestros semejantes, traemos la presencia de Dios por medio de nuestros actos, porque Dios es amor. Mejor aún, sí pensamos en grande, hoy tenemos la gracia de ir a la Celebración Eucarística donde, más que sentir el amor de Dios, lo vemos encarnado en el pan consagrado por el sacerdote de Cristo.
El lenguaje del cristiano es el amor, quien se queja de la Iglesia es porque o es un tartamudo, sordo o mudo en el lenguaje del amor. Somos llamados a vivir una dignidad y nobleza de reyes, profetas y de sacerdotes. Creo que los «nos» Dios los da para los que comenzamos una vida de fe, pero el mandamiento del amor es para todos los que tiene un corazón manso y humilde como el de Cristo.
Pidamos a este corazón que inflame el nuestro con un aliento divino, estando disponibles para vivir el amor en nuestra propia vida, casa, comunidad, familia, amigos y el mundo entero.
«Lo primero, ir a lo esencial. No quiere decir “romper con todo”, romper con aquello que no se acomoda a nosotros, porque tampoco Jesús vino “a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud”. Ir a lo esencial es más bien ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la vida. Jesús enseña que la relación con Dios no puede ser un apego frío a normas y leyes, ni tampoco un cumplimiento de ciertos actos externos que no llevan a un cambio real de vida. Tampoco nuestro discipulado puede ser motivado simplemente por una costumbre, porque contamos con un certificado de bautismo, sino que debe partir de una viva experiencia de Dios y de su amor. El discipulado no es algo estático, sino un continuo camino hacia Cristo; no es simplemente el apego a la explicitación de una doctrina, sino la experiencia de la presencia amigable, viva y operante del Señor, un permanente aprendizaje por medio de la escucha de su Palabra.»
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pensar y agradecer el amor recibido por Dios a través de los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.