Meditaciones 17-04-2016 Escuchar a mi pastor

Domingo 17 de abril – Dichoso quien ha aprendido a escuchar la voz de su Pastor.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dios mío, si alguna vez dejé de confiar en Ti, quisiera pedirte un sincero perdón. Hoy quiero venir a ponerme en tu presencia, frente a tu rostro, porque sé que me amas. Gracias por nunca apartarte de mí, incluso si alguna vez yo me he olvidado de Ti. Gracias por llamarme una y otra vez, por hacer brotar en mí el deseo silencioso de buscarte y de acercarme a Ti. Te ofrezco este momento en que me retiro de todo para obtener el amor de la Única Fuente -y así llevarlo después a los demás. En tus manos coloco este tiempo de oración, Dios y Señor mío.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quién nos separará del amor de Cristo? Son palabras que podrían resonar en lo profundo de mi alma al contemplar este Evangelio. Cristo, Señor mío, en verdad eres realmente Tú mi único Pastor. Yo soy simplemente una pequeña ovejita de tu grey, que vive pastoreada por su Rey. Soy quizá en ocasiones la oveja escondidiza, la oveja algunas veces indomable, la oveja que se aparta del pastor y que piensa hallar más gozo en otros campos y praderas. Cuántos pastos le apetecen más que los que Tú le ofreces. Pobrecilla esa oveja que se oculta en ocasiones de aquél que es en realidad su guía, su vida. Alguna vez se habrá atorado en los alambrados, y en varias ocasiones se habrá perdido y encontrado ante el abismo –asustada, temblorosa, y recordando la belleza invalorada de los campos de su Pastor.

Y es entonces que una vez más se presentó el Señor, con el rostro preocupado que se obtiene al no encontrar la que se hallaba fuera de su grey. Y el Pastor, al verla temblorosa con la mirada al precipicio, la llamó sencillamente por su nombre: y cuánta serenidad supuso entonces ser llamada una vez más por su Pastor. Dichosa el alma que ha  aprendido a escuchar la voz del Señor, y puede luego reconocerla ante el peligro de extraviarse en el abismo. Bendito el Pastor que nunca se hallará tranquilo mientras la oveja perdida no se encuentre en su presencia. Bienaventurada el alma que se sabe amada por su Rey. Ella está llamada a estimar con su vida la gracia de esta certeza profunda, la de sentirse amada y llamada a buscar a cuantos aún no han descubierto este amor.

Quiero creer con firmeza, Señor, que nunca nada nos separará de tu amor, que nunca nada me arrebatará de tu mano, y que soy un alma llamada a encontrar aquellas ovejas que aún se encuentran extraviadas en el mundo. Quiero ser el eco de la voz de mi Pastor.

«“Sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos”: este es el objetivo de la Iglesia en este Año santo. Así reforzaremos en nosotros la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente en la edificación de un mundo más humano.»

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de diciembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Señor Jesús, aumenta mi amor por las almas que aún no te conocen. Hoy buscaré hablarle de Ti a una persona que está pasando por dificultades y  le ayudaré a recordar cuánto le amas.  Y te ofrezco con confianza los frutos de este propósito.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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