sed y hambre

Domingo 19 de agosto de 2018 – ¿Te has dado cuenta que tienes hambre de Eucaristía?

H. Adrián Olvera, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, sé que en Ti encuentro lo que mi alma necesita. No quiero buscar más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, Jesús digo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida».
Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús les dijo: «Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá para mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que como de este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es curioso cómo siempre nos solemos mover por la sed y por el hambre. De hecho, solamente nos damos cuenta de esto cuando una de estas dos cosas nos hace falta.
También hay otro tipo de sed y de hambre que nos mueve. Una sed y un hambre más profundas. Sed que traducimos en sueños, en proyectos…, ilusiones, incluso problemas en los que buscamos saciarnos pero, al final, el hambre y la sed regresan y cada vez con más intensidad.
¿Qué es lo que nos hace falta? ¿Cómo es que podemos saciar la sed y el hambre que hay en la profundidad de nuestra alma?

Muchos hemos tratado de responder a esta pregunta de diversas maneras, a lo largo de nuestra vida, tomando agua y alimentos que, externamente, parecían estar muy bien pero que, al final, nos intoxicaron. Y también hemos tomado otros alimentos que no necesariamente nos hicieron mal pero que simplemente calmaron nuestra necesidad temporalmente.

Es difícil de creer, pero las palabras de Jesús en el Evangelio no necesitan de metáfora o una imagen para explicarlas pues lo dice muy claramente: «Yo soy el pan de vida». Es decir, «Yo soy lo que tú necesitas; Yo soy la verdadera fuente que puede saciar tu sed y hambre profundamente. ¿Te has dado cuenta que lo que tú tienes es sed y hambre de Eucaristía?»

Es posible que todavía no nos hayamos dado cuenta pues no hemos hecho la prueba. Lo que nos mueve muy profundamente en nuestra vida es el hambre y la sed pero… ¿hambre y sed de qué o de quién?

Podemos seguir buscando en el mundo las mil y un maneras de saciar el hambre y la sed de nuestra alma o podemos darle la oportunidad a Jesús que se presenta no como el «maná» que sacia el hambre y la sed temporalmente sino como el Pan que da la vida.

«En la Hostia consagrada, además del lugar, Jesús nos prepara el alimento, la comida. En la vida necesitamos alimentarnos continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Pero los elogios más agradables, los regalos más bonitos y las tecnologías más avanzadas no bastan, jamás nos sacian del todo. La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor; allí puedes experimentar que su muerte y resurrección son para ti. Y cuando adoras a Jesús en la Eucaristía recibes de él el Espíritu Santo y encuentras paz y alegría. Queridos hermanos y hermanas, escojamos este alimento de vida: pongamos en primer lugar la Misa, descubramos la adoración en nuestras comunidades. Pidamos la gracia de estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que él prepara para nosotros.»
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de junio de 2018 ).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recibir en este domingo, con especial fervor, a Cristo Eucaristía.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comparte: