Domingo 2 de agosto de 2020 – Dame tus «cinco panes y dos pescados»…
H. José David Parra Gómez, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo Señor, pero aumenta mi fe; confió en Ti, Señor, fortalece mi esperanza; te amo Señor, ayúdame a amarte cada vez más. Haz Señor que viva y muera en tu santa presencia; que duerma y me levante siempre en tu santa Voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Él les dijo: “Tráiganmelos”.
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús se compadece de la profunda sed interior que tiene el hombre de Él. Con tal de apacentar el rebaño que tanto ama, aquel que el Padre le ha encomendado, olvida sus fatigas, cambia sus planes y nos recibe siempre con los brazos abiertos; dándonos así ejemplo para que, siguiendo sus pasos, podamos convertirnos en apóstoles según su corazón.
El Señor nos invita hoy a compadecernos también del prójimo, a «darles de comer». Él sabe que somos débiles, bien conoce nuestra pequeñez; y es por eso que no espera de nosotros una vida perfecta, sin errores, sino más bien una vida donde le confiemos a Él todo lo que tenemos, nuestros «cinco panes y dos pescados», a fin de que Él pueda obrar milagros a través de nosotros.
Todo lo que pasa por las manos de nuestro Señor es trasformado, incluso todos nuestros problemas, luchas, tentaciones y caídas. Todo, por muy estéril, amargo, difícil o espinoso que pueda parecernos, puede florecer y convertirse en un hermoso y admirable fruto de gracia en el jardín de nuestra alma, cuando se lo entregamos a Cristo, quien hace nuevas todas las cosas.
«En cambio Jesús invita a sus discípulos a hacer una verdadera conversión desde la lógica del “cada uno para sí mismo” a la del compartir, comenzando por lo poco que la Providencia pone a nuestra disposición. Y de inmediato muestra que tiene muy claro lo que quiere hacer. Les dice: “Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta”, luego toma en sus manos los cinco panes y los dos peces, se dirige al Padre Celestial y pronuncia la oración de bendición. Después, comienza a partir los panes, a dividir los peces, y a dárselos a los discípulos, que los distribuyen a la multitud. Y esa comida no termina, hasta que todos se saciaron. Este milagro ―muy importante, tanto es así que lo cuentan todos los evangelistas― manifiesta el poder del Mesías y, al mismo tiempo, su compasión: Jesús se compadece de la gente.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 23 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me propongo hacer una comunión espiritual ante cualquier contratiempo que se me presente a lo largo del día, con el fin de ponerlo en las manos del Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.