Domingo 21 de julio de 2019 – María… sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
H. Pedro Cadena Díaz, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este tiempo para estar contigo. Tú sabes cuánto te necesito y me quieres sanar y salvar, hacerme nuevo una vez más. Te abro mi puerta, para que entres y renueves mi cuerpo, mi alma, mi mente y mi corazón. María, madre mía y madre de Jesús, ayúdame a escuchar atentamente lo que me hoy me pide el Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llama da Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llama da María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Quieres escuchar a Jesús? Tal vez has venido a rezar con la idea de darle a Jesús tus palabras o tu tiempo. Pero quizá Jesús te dice: lo que quiero hoy es que me dejes darte mi tiempo y mis palabras. Hoy es Jesús quien te recibe. Tú no tienes que hacer nada, sólo déjate acompañar por Jesús. Después de todo, Él mismo dijo: No he venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida como rescate por muchos. (Mt 20, 28).
Hoy puedes aprender de María, que estaba en silencio a los pies de Jesús, bebiendo las palabras del Hijo de Dios. Ella estaba atenta, dejando que Jesús la sanara, la llenara de esperanza, la renovara desde dentro con el Espíritu Santo. Hoy es el día para dejar de lado las ganas de hacer y simplemente dejar que el Señor te hable en silencio al corazón. «Habla, Señor, tu siervo escucha». (1 Sam. 3). «Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Lee el Evangelio, escucha al Señor.
No te rindas, persevera. El Señor siempre habla al corazón que está abierto. El Señor está lleno de dones para darnos. Sólo pide una cosa: que nuestro corazón se abra. Cuando decimos “Padre nuestro” y rezamos, abrimos el corazón para que esta gratuidad venga. (Papa Francisco, homilía, 11 junio de 2019, en santa Marta).
«Sé que este año vuestro itinerario de formación se centra en el tema del encuentro entre Jesús y las dos hermanas Marta y María de Betania, como lo narra el evangelista Lucas. A partir de este episodio, vosotros y los demás jóvenes de todas las diócesis italianas estáis redescubriendo la llamada a ser amigos de Jesús, a conocerlo cada vez mejor y a encontrarlo todos los días en la oración, para ser misioneros suyos. Se trata de transmitir un hermoso anuncio, un mensaje de salvación a vuestros coetáneos y también a los adultos. ¿Y cuál es este mensaje? Que todos somos amados por el Señor: esta es la verdadera y grande, buena noticia que Dios ha dado al mundo con la venida de su Hijo Jesús entre nosotros. Todos nosotros somos amados por el Señor. ¡Nos ama! Todo juntos y uno por uno. ¡Qué hermoso es!»
(Discurso de S.S. Francisco, 20 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré encontrar un tiempo para hacer oración, dejando a un lado mis pendientes, para poder escuchar lo que Dios quiere de mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.