Domingo 21 de mayo de 2023 – La Ascension – «No estás solo… Yo estoy contigo»

Rubén Tornero, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, una vez más vengo a ponerme delante de ti. Me conoces desde antes que naciera, me has confiado dones maravillosos y me has amado hasta entregar tu propia vida por mi salvación. ¡Gracias, Jesús, por todo!, ¡No permitas que tu amor sea estéril en mí!
Aumenta mi fe, te lo suplico. Quiero creer más en ti, en tu gracia, en tu amor.
Aumenta mi confianza en ti. Tú eres mi Dios, mi Padre, mi Buen Pastor. Ayúdame a abandonarme sin temor en tus manos.
Aumenta mi amor. Que nuestras vidas, Jesús, queden tan unidas que yo no sea más que un reflejo de tu amor.
Ayúdame a escuchar tu voz en esta oración y dame la gracia de saber responder a tus llamados.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muy amada alma:

Estoy aquí. No tengas miedo de dejarme entrar en tu corazón, en tu vida. Yo quiero estar contigo… ¡aún más! ¡Quiero vivir en ti! Siempre he estado a la puerta de tu corazón, llamando, esperando a que me abrieras. Siempre he estado allí…aun cuando no lo sabías o no te querías dar cuenta.

En los momentos difíciles, cuando en tu corazón se anidaban sentimientos de tristeza y de soledad; cuando la melancolía, con sus manos gélidas, quiso apagar el fuego de tu amor… allí estaba Yo esperando que me abrieras.

En los momentos de luz, cuando te sentías feliz, cuando la vida te sonreía y parecía que nada podía ser mejor, allí estaba Yo… esperando que me abrieras para poder compartir y multiplicar tu gozo.

Siempre he estado aquí, a tu lado: cuando me ves y cuando no, de día o de noche, en las buenas y en las malas…, siempre he estado allí…, y ten por seguro que siempre estaré allí, contigo, cada día, todos los días hasta el final de los tiempos.

No importa si es de día o de noche, si me ves o no, pues soy como una estrella del firmamento: aunque no me veas, siempre estoy allí, a tu lado.

No estás solo. Nunca lo has estado y nunca lo estarás. No temas, yo estoy contigo. Eres precioso a mis ojos y Yo te amo. Nunca lo olvides.

Quiero estar contigo, ¿tú quieres estar conmigo?

Atte. Jesús.

«Este testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros; Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo! Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos “revestidos de poder desde lo alto”, es decir, con el poder del Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades».
(Regina Coeli de S.S. Francisco, 8 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, en medio de mi trabajo o estudio, trataré de frenarme un minuto para cobrar conciencia de la presencia de Jesús en mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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