pecadores

Domingo 24 de febrero de 2019 – Pistas del verdadero amor.

VII Domingo del tiempo ordinario

H. Abraham Cortés Ceja, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la gracia de abrirte mi corazón con confianza para dejarme guiar y educar por Ti en el amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.
Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque son la misma medida con que midan, serán medidos”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A lo largo de nuestra vida son muchas las enseñanzas que recibimos, que aprendemos o adquirimos. Algunas por la experiencia, otras por los errores o por pruebas y otras por medio de una persona, que puede ser nuestro papá o nuestra mamá, nuestros abuelos, nuestros profesores, etc.
En el Evangelio parece que el Señor desea darnos un elenco de enseñanzas fundamentales para nuestra vida. Como maestro y amigo, desea sanar y educar nuestro corazón, que conoce perfectamente, y por ello quiere dejarnos estas instrucciones en el amor, para llegar a ser llamados hijos de Dios. Éste es su fin como nuestro maestro: ser educados en el verdadero amor, ser purificados del pecado que mancha nuestro corazón, la fuente del amor, y llegar a «ser compasivos como nuestro Padre es compasivo», es decir, ser transformados en Él, porque sólo así llegaremos a amar como Él, hasta el extremo, incluyendo a nuestros enemigos.
Debemos dejarnos transformar por Cristo, escucharle como sus discípulos, confiar en sus palabras y dejarnos que nos conduzca por el camino del amor.

«El Señor extiende su mano: es un gesto gratuito, no obligado. Así es como se hace. No estamos llamados a hacer el bien solo a los que nos aman. Corresponder es normal, pero Jesús pide ir más lejos: dar a los que no tienen con qué devolver, es decir, amar gratuitamente. Miremos lo que sucede en cada una de nuestras jornadas: entre tantas cosas, ¿hacemos algo gratuito, alguna cosa para los que no tienen cómo corresponder? Esa será nuestra mano extendida, nuestra verdadera riqueza en el cielo.
Extiende tu mano hacia nosotros, Señor, y agárranos. Ayúdanos a amar como tú amas. Enséñanos a dejar lo que pasa, a alentar al que tenemos a nuestro lado, a dar gratuitamente a quien está necesitado.»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de noviembre de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración examinaré qué tengo que corregir para amar a los demás como Jesús me pide.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comparte: