Dios nunca nos abandona

Domingo 28 de junio – La generosidad a la que nos invita Cristo.

H. Juan Diego Ballesteros, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, que yo pueda cada día ser más generoso contigo teniendo la certeza que siempre cuento contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

Palabra del señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio del día pareciera que sonará un poco fuerte para nuestros oídos, puesto que vemos cómo Jesús nos dice: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí…». En un primer momento podríamos incluso hasta rechazar esta doctrina tan fuerte, pero en realidad no es así, lo que Dios nos quiere decir es que seamos generosos con Él, que no nos reservemos nada de lo que Él nos vaya pidiendo a lo largo de nuestro día, de los meses, de los años, en conclusión, a lo largo de toda nuestra vida. A veces nos pide que le demos un ser querido, o que le demos un año de nuestra vida en una misión; a veces nos pide que seamos más delicados; cada quien pregúntese: ¿Señor qué es lo que Tú me pides?, y respondamos con el corazón.
¡Dios no se deja ganar en generosidad! Si nosotros realmente aceptamos con amor lo que nos pide, entonces contaremos con el Señor. Él nos dará lo necesario para llevar acabo aquello que nos ha pedido. Dios nunca nos abandona; suena fuerte, pero, a veces, somos nosotros los que nos olvidamos de Él, y suena aún más fuerte el que no pasa un segundo sin que Dios no esté pensando en cada uno de nosotros, pero ¿lo creemos?
Si queremos un ejemplo, ahí tenemos el de la Virgen María, quien siendo generosa con el Señor, nunca se vio defraudada en aquél en quien había puesto su confianza.

«Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, a todo lo que no es puro ni destilado, pero por eso no es menos digno de amor. ¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor? Les pregunto: un discapacitado, una persona discapacitada, una persona frágil, ¿es digna de amor? [¡Sí!] No se oye bien… [¡Sí!] Entendieron. Otra pregunta. A ver cómo responden. Alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión ¿es digno de amor? [¡Sííí!] Y así lo hizo Jesús: abrazó al leproso, al ciego, al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó y perdonó a quienes lo estaban crucificando. ¿Por qué? Porque solo lo que se ama puede ser salvado. Vos no podés salvar una persona, vos no podés salvar una situación, sino la amás. Solo lo que se ama puede ser salvado. ¿Lo repetimos? Solo lo que se ama puede ser salvado.»
(Discurso SS Francisco, 26 de enero de 2019)

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy preguntaré al Señor, de preferencia en una iglesia: ¿Señor qué quieres de mí hoy?

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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