Domingo 6 de marzo de 2022 – «Entrar al desierto»
Héctor Baca, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, ayúdame a entrar en tu presencia. Quiero escucharte, conocerte y amarte un poco más hoy. Vengo con mis preocupaciones, dificultades y anhelos (menciónaselos). Todo es tuyo Señor, todo es tuyo María.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre'». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Jesús le contestó: «Está escrito: ‘Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto'». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: ‘Encargará a los ángeles que cuiden de ti’, y también: ‘Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras'». Jesús le contestó: «Está mandado: ‘No tentarás al Señor, tu Dios'». Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
“Y lleno del Espíritu Santo, volvió al Jordán” El camino de Jesús en el desierto comienza a partir de la gran revelación de amor que testimoniamos en el Bautismo: “Este es mi Hijo Amado”. Allí, Jesús queda confirmado ante los ojos del Bautista como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Decía Naamán en 2 Reyes 5,8: “¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?”. Naamán estaba molesto porque el profeta Elías, para curar su lepra, mandó a un sirviente suyo a decirle: “Báñate siete veces en el Jordán y quedarás limpio”. Naamán, el gran guerrero valeroso, después de ser convencido por sus sirvientes, entra en el Jordán y queda limpio: “Así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio” (2 Re 5,14). El Jordán no es glorioso por su magnificencia; los ríos de Damasco serán mejores, pero Dios ha elegido las aguas de Jordán como el lugar del Bautismo. El Señor tiene una inclinación natural a lo sencillo.
El Bautismo ya nos hizo hombres nuevos. Es “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5). Pero, entonces ¿para qué ir al desierto? ¿Acaso hay algo que probarle al Señor? ¿No se supone que Él es el autor de nuestra santificación? ¿Entonces para qué penitencia? ¿Que hay que “penar” si estamos ya redimidos?
La Cuaresma es el caminar de Israel por el desierto, es el pasar de Jesús, el nuevo Israel, por el desierto. La Cuaresma es nuestro pasar, como otros Jesús, en el desierto.
El desierto, es un lugar privilegiado de vuelta a lo esencial: el hambre, la sed, la fatiga, el calor, son elementos tan humanos, y a la vez experimentarlos nos recuerdan nuestra fragilidad humana. “Por eso, yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón” (Os 2, 16). El desierto nos lleva a desnudar y arrancar aquello que no es esencial. Es la experiencia de volver a lo fundamental: yo estoy en este mundo, soy alguien y hay un Dios que experimento en las cosas de este mundo.
Así, la Cuaresma, más allá de una experiencia interminadble de sacrificio, es un simplemente “quitar” aquello que no va conmigo y no me lleva a Dios. Que el Señor nos encuentre y que nosotros nos reencontremos.
«Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad». (S.S. Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
- Pregúntate: ¿Qué actitud me llama el Señor a cambiar? Mi carácter, mi flojera, algún criterio que cierre mi mente a la verdad, algo que me cierre a los demás, mi ignorancia, indiferencia; cosas por cambiar siempre las hay.
- Pregúntale al Señor: ¿De estas cosas cual te gustaría más que cambiará hoy? ¿Cuál abrirá mi corazón más a hacia ti?
- Escríbelo: Escribe tu propósito y pegálo en un lugar dónde lo puedas ver.
- Busca una cita evangélica que te de luz o una experiencia de Dios que te recuerde la importancia del bien que estás buscando, y que te motive a seguir combatiendo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.