Domingo 7 de enero de 2018 – ¿Dónde está el rey de los judíos?
La Epifanía del Señor
H. Rubén Tornero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más vengo a Ti. Conoces bien todo lo que hay en mi corazón, todas mis heridas y todos mis deseos… Todo lo pongo en tus manos para que lo transformes y lo pongas en tu Corazón. Me amas. Muchas veces, en medio del ajetreo diario, me olvido que tu mirada amorosa se posa sobre mí y que sonríes con mis alegrías y lloras conmigo. Nunca me abandonas. Siempre estás dispuesto a tenderme la mano cuando estoy caído, a consolarme cuando triste, y recibirme en tus brazos en todo momento. Gracias. Aumenta mi fe para descubrirte en mi vida y escuchar lo que me quieres decir en esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: «Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo».
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy en el Evangelio me hablas del encuentro que los magos tuvieron con Herodes. En mi corazón resuena la pregunta que le hicieron al tetrarca: «¿Dónde está el rey de los judíos?» Esa pregunta lo turbó profundamente porque cuestionaba su identidad, la manera en que él mismo se veía.
Muchas veces, amado Jesús, yo he tenido la misma experiencia cuando hay momentos, personas y situaciones que hacen saltar por el aire lo que yo creo de mí mismo, la imagen que con el paso del tiempo me he forjado de mí, pero que no siempre corresponde con la manera que Tú me vez. Tantas veces me he creído mejor o peor de lo que realmente soy y me he convertido en un adulador solapado o en un juez inmisericorde. Tú sabes quién soy y sabías quién era realmente Herodes. Cuando miro la figura de Herodes, muchas veces he visto a un rey despiadado y asesino…no he sabido mirarlo como Tú lo ves: un hijo tuyo muy amado por Ti.
¡Si tan sólo fuera más consciente de esta verdad, mi vida cambiaría! Sabría mirar a los demás como Tú los ves… Me vería como lo que soy: ¡Tu hijo muy amado! No me enojaría porque las situaciones o los demás metieran en crisis mi identidad, pues sabría que, pase lo que pase, haga lo que haga, nunca dejaría de ser lo que soy: uno muy amado por Ti.
Esa pregunta que turbó a Herodes no es otra cosa que un intento de tu amor de quitarle la máscara que él mismo se había hecho y mostrarle su verdadero ser, su identidad más profunda; no fue otra cosa que un intento de tu infinito amor para mostrarle lo que era realmente.
Jesús, ayúdame a mirar como Tú miras y a grabar en mi corazón con letras de fuego mi identidad más verdadera y profunda: Soy TU hijo y me amas.
«Los Magos lo hicieron: encontraron al Niño, «postrándose, le adoraron» (v. 11). No le miraron solamente, dijeron solo una oración circunstancial y se fueron, no, sino que le adoraron: entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Después le regalaron oro, incienso y mirra, es decir, sus bienes más preciados. Aprendamos de los Magos a no dedicar a Jesús sólo los ratos perdidos de tiempo y algún pensamiento de vez en cuando, de lo contrario no tendremos su luz. Como los Magos, pongámonos en camino, revistámonos de luz siguiendo la estrella de Jesús, y adoremos al Señor con todo nuestro ser.»
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré tener una mirada como la de Jesús: Misericordiosa para conmigo y para con los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.