Domingo 9 de diciembre de 2018 – Y todos verán la salvación de Dios.
II Domingo de Adviento
H. Jose Torres, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme la gracia de vivir con alegría tu Palabra.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicaciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy podemos reflexionar el llamado al discipulado, este llamado que Dios nos hace para seguirle más de cerca; así como Juan Bautista, estamos llamados a anunciar la Buena Nueva.
Nos podemos preguntar en dónde debemos anunciar si no somos sacerdotes o religiosas ni tampoco misioneros, pero justamente a eso es lo que estamos llamados, a ser misioneros en medio del mundo, a llevar el Evangelio a nuestro trabajo, colegio, al taller, en fin, al mundo que nos rodea. No esperemos una oportunidad especial, todos los días son una oportunidad que Dios nos regala para ser sus discípulos, ser verdaderos misioneros en medio del mundo, con nuestro ejemplo, con nuestra coherencia de vida, llevando misericordia, llevando la alegría del Evangelio.
Debemos ser esa voz que grita en el desierto, esa voz que lleva el mensaje de paz; debemos transformar la vida ordinaria en extraordinaria, santificar nuestros quehaceres del día. Y eso lo lograremos si lo hacemos de cara a Dios, si al comenzar nuestro trabajo lo ofrecemos y lo hacemos con la responsabilidad, con empeño, y con el verdadero deseo de agradar a Dios.
Pidamos a María, que es reina de los apóstoles, que nos ayude a ser cada día más y mejores discípulos de su Hijo y a prepararnos de la mejor manera para recibir a Cristo en nuestros corazones el día de Navidad.
«¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías! Nos libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados —es típica de algunas regiones escuchar: «No, a esa parroquia no vayas porque el padre siempre está muy ocupado»—. Juan el Bautista sabía que su misión era señalar el camino, iniciar procesos, abrir espacios, anunciar que Otro era el portador del Espíritu de Dios. Ser memoriosos nos libra de la tentación de los mesianismos, de creerme yo el Mesías.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un espacio de paz para poder agradecer a Dios por sus gracias derramadas en mi vida de apóstol.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.