“Qué bueno que no dejé que una dificultad hubiera dejado sin invitación a un joven que llegó a ser sacerdote”
P. José Meléndez, L.C.
El P. José Meléndez, LC nació en Ávila, España. A los diez años ingresó al centro vocacional de los legionarios de Cristo en Ontaneda. Fue ordenado sacerdote en 1984 y lleva casi 30 años trabajando en la promoción vocacional en diversos países. Actualmente se encuentra en Medellín trabajando en la promoción vocacional de menores.
¿Cómo es la vida de un promotor vocacional? ¿A qué se dedica?
A buscar posibles vocaciones para el seminario menor o el noviciado. Es un trabajo donde se le da mucho campo a la inventiva, la iniciativa y la gracia de Dios. Pues debe de buscar la manera de entrar en contacto con los niños o jóvenes que tengan intenciones y deseos de seguir este camino. El modo más común es el de cualquier vendedor, que ofrece su mercancía en los colegios, grupos familiares o parroquias. ¿Cuál es su producto? La llamada de Dios a servirle como sacerdote en la Iglesia católica. Podrían algunos pensar que este “producto” no tiene compradores, pero se equivocaría. Lo que más puede sorprender a muchos es la cantidad de niños que siguen sintiendo en su corazón ese llamado. Muchos de ellos, no seguirán la invitación porque no tuvieron los medios para ir a la primera convivencia vocacional que organizó el promotor. Otros, una vez que conozcan el seminario y lo que supone estudiar en él. (vivir en el seminario como interno) no se animarán a dejar a su familia. Otros si querrán, pero sus padres no les dejarán seguir el camino, y otros por fin lo seguirán, y se quedarán en el seminario uno, dos o los cuatro años y pasarán al noviciado.
En pocas palabras, ocurre aquí como en la parábola del sembrador. Las dificultades para que una semilla lanzada por el sembrador dé fruto y culmine su camino no son pocas, pero el hecho de ver la cosecha nos hace cambiar de parecer y decir: a pesar de todas las dificultades, todavía hay vocaciones.
¿Cuál ha sido la mayor aventura que ha tenido realizando esta misión?
Recuerdo un viaje que hice a un pueblo de Asturias, España. Iba buscando a un joven que me habían dicho que tenía interés en la vocación. Llegué al pueblo y busqué la casa por muchos lados. (Todavía no existía Google Maps ni el Waze) fue imposible encontrarlo. Ya me regresaba. Todavía recuerdo en tramo de carretera, una recta con árboles a ambos lados. Mientras me alejaba, un pensamiento me comenzó a inquietar: “Has abandonado una búsqueda de alguien que podría llegar a ser sacerdote. Estás dejando una vocación atrás que seguramente se perderá por no haber buscado más a fondo. Deberías regresar y buscar más”.
Fue tan fuerte esa voz que llegando al final de la recta regresé al pueblo a seguir buscando. Por fin llegamos a una casa alejada del pueblo. Era la del contacto que había ido a buscar. No estaba en casa. Estaba trabajando en un bar del pueblo, ganando un poco de dinero durante el verano. ¿Trabajando en un bar? No me pareció muy buena ocupación para un posible seminarista. De todos modos, tenía que llegar hasta el final de la búsqueda y hacerle la propuesta de ir a la convivencia al seminario de Salamanca. Bueno, ya no sabía si se lo iba a proponer o simplemente le iba a dar saludos y ya. El padre que me había dado el contacto me había asegurado que era buen chico. Cuando entré al bar le vi detrás del mostrador, con sus lentes y su sonrisa. ¿Eres tú José Luis? -Sí padre, qué tal.
Nos invitó a un café, hablamos, parecía buen chico. Le invité. Ese verano estuvo en el candidatado. El padre instructor recomendó que no entrase ese año, estaba un poco inmaduro. Entró al año siguiente y terminó por ser sacerdote. La corazonada se había hecho realidad. Qué bueno que no dejé que una dificultad hubiera dejado sin invitación a un joven que llegó a ser sacerdote.
¿Y su mayor satisfacción?
La frase del evangelio que dice: Lucas 22, 28- 30. «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”.
La vida del promotor vocacional está llena de sinsabores, y desilusiones. Bien porque muchas de las semillas se pierden en este gran campo de la vida, bien porque pocos son los que perseveran hasta llegar a ser sacerdotes. Llevo trabajando casi treinta años en esta parcela de la promoción vocacional. He visto pasar cientos y cientos de jóvenes por los centros vocacionales, conocido sus historias, sus luchas, sus victorias y sus fracasos. Se puede decir que las satisfacciones de un promotor vocacional están ahogadas en un sin número de almas que pudieron llegar a ser y nunca fueron.
¿Cómo llama Dios hoy?
Como siempre lo hace, en el secreto del corazón y de mil maneras, todas muy pintorescas. Como en el caso de Samuel, donde Dios deja que el niño confunda la llamada suya con la voz del viejo Elí. Tuvo que ser el propio anciano el que le dijese: Si vuelves a escuchar la llamada di: Habla Señor, que tu siervo escucha. O como Moisés, que la curiosidad le llevó hasta Dios y escuchó la llamada: Quítate las sandalias que el lugar que pisas es sagrado. O como David, que estaba cuidando ovejas y su hermano le dijo que tenía que ir a casa porque un profeta quería verle.
Todavía me acuerdo de la historia de un compañero mío sacerdote que nos contaba que llegó a su clase el promotor y después de darles una charla les dejó una ficha preguntándoles por su interés en el tema vocacional. Nuestro protagonista no había prestado el menor interés al sacerdote porque tenía que hacer sus tareas de matemáticas. Pero su compañero le quiso hacer una broma y escribió en la ficha su nombre y en ella decía que tenía mucho interés en el tema.
El promotor vocacional lo sacó de clase y habló con él. Le propuso un viaje a México DF para una convivencia vocacional. Cuando escuchó lo del viaje a la capital, le pareció fantástico. Ese fue su primer contacto con la Legión de Cristo, de la que ahora es un buen sacerdote.
¿Cuáles son los mayores retos de un promotor vocacional hoy?
El primer reto es el de creer en el trabajo que hace. Pescar es un trabajo que exige mucha paciencia, pericia y fatigas. Es hacer mucho para obtener poco es sacar muchas veces las redes vacías. Para el que está buscando la satisfacción inmediata en su trabajo o ver los frutos pronto, no es el trabajo ideal.
En segundo lugar, está el hecho de saber que, si tú no consigues las vocaciones, los centros vocacionales se vacían. Esta es una responsabilidad que debemos compartir todos, pero de la cual tú eres el primer responsable.
En tercer lugar, las sociedades, a medida que mejoran materialmente, se hacen también más materialistas y disminuye el número de padres de familia que están dispuestos a dejar que un hijo siga el camino de Dios.