Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28,16-20)
Evangelio: Mt 28,16-20
Los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizádolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
Fruto: Aumentar mi fe en el poder de Dios, presente en mi vida.
Pautas para la reflexión:
Hay que comprender lo que significa «poder de Dios» para no confundirlo con el poder de los seres humanos, muchas veces cegados por el egoísmo y la ambición. El poder de Dios es para atraer a los demás a su Reino, un poder que delega a sus discípulos. Un poder que hizo realidad el que once seguidores de Cristo dieran inicio a la aventura más grande: predicar el Evangelio y edificar la Iglesia. Y después de dos mil años sigue resonando ese mensaje de esperanza: «Yo estaré con ustedes…».
1. Cristo está conmigo
Jesús no nos abandona. Está presente, sobre todo en el sacramento de la Eucaristía. Está presente en la Iglesia, en los Evangelios, en la palabra y enseñanza del Magisterio de la Iglesia, del Papa, de los obispos en comunión con la Sede de Pedro. Cristo está presente en mi prójimo. Cristo está presente en la historia, en mi historia. Está presente todos los días. Yo lo hago presente en cada acto de generosidad y de amor. Está presente en la Eucaristía. ¿Qué tan real es para mí esta verdad de fe? Hoy es una oportunidad privilegiada para retomar nuevamente nuestro compromiso bautismal de seguir a Cristo, de permanecer con Él. Es decir, de vivir con autenticidad nuestra vida cristiana y vestir con orgullo la camisa del cristiano que no es otra que el amor al prójimo.
2. Cristo tiene el poder
Para comprender el poder de Cristo es necesario quitar toda referencia negativa al poder humano que conocemos. El poder de Cristo no es egoísta, no pasa por encima del otro, no es ambicioso… es un poder de pertenencia, de paz, de plenitud. Cristo tiene el poder sobre mi historia, pero no podrá ayudarme si yo no se lo permito, porque Él respeta mi libertad. Por eso es necesario abrir de par en par nuestra vida al poder de Cristo. Viene para sanar, para curar las heridas del alma, para fortalecernos en nuestra jornada laboral o de estudios, para acrecentar la unión y caridad en mi familia. Cristo tiene el poder y sólo busca lo mejor para cada uno de nosotros.
3. Enséñenles a cumplir
Esa es la consigna. Ser de Cristo, cumplir sus mandamientos. Vivir con sano orgullo nuestra pertenencia. Que el mundo sepa: «Soy de Cristo». ¿Estudio a fondo sus enseñanzas y contribuyo con el testimonio de mi vida para que la Iglesia sea un reflejo de santidad? No puedo permitir que todo el peso de la Iglesia caiga sólo en sus pastores (obispos, sacerdotes, personas consagradas…). Yo, como bautizado, tengo la consigna de Cristo: cumplir y enseñar a cumplir sus mandamientos. ¿Cómo estoy aplicando esto en mi vida? Recordemos que Cristo está en medio de nosotros todos los días.
Propósito: Profundizar en el mandato del amor, como medio de santificación.
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